Page 143 - El Señor de los Anillos
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luna  nueva  y  a  la  tenue  claridad  apareció  ante  él  un  muro  de  piedra  oscura,
      atravesado por un arco sombrío parecido a una gran puerta. Le pareció a Frodo
      que lo llevaban por el aire y vio entonces que la pared era un círculo de lomas
      que  encerraban  una  planicie;  en  el  centro  se  elevaba  un  pináculo  de  piedra,
      semejante a una torre, pero no obra de artífices. En la cima había una forma
      humana. La luna subió y durante un momento pareció estar suspendida sobre la
      cabeza de la figura, reflejándose en los cabellos blancos, movidos por el viento.
      De la planicie en tinieblas se levantó un clamor de voces feroces y el aullido de
      muchos lobos. De pronto una sombra, como grandes alas, pasó delante de la luna.
      La figura alzó los brazos y del bastón que tenía en la mano brotó una luz. Un
      águila enorme bajó entonces del cielo y se llevó a la figura. Las voces gimieron
      y los lobos aullaron. Hubo un ruido como si soplara un viento huracanado y con
      él llegó el sonido de unos cascos que galopaban, galopaban, galopaban desde el
      este. « ¡Los Jinetes Negros!» , pensó Frodo despertando y con el golpeteo de los
      cascos resonándole aún en la cabeza. Se preguntó si tendría alguna vez el coraje
      de  dejar  la  seguridad  de  esos  muros  de  piedra.  Se  quedó  quieto,  escuchando
      todavía, pero todo estaba en silencio ahora y al fin se volvió y se durmió otra vez,
      o se perdió en un sueño que no le dejó ningún recuerdo.
        Al lado, Pippin dormía hundido en sueños agradables, pero algo cambió de
      pronto y se volvió en la cama gruñendo. En seguida despertó, o pensó que había
      despertado  y  sin  embargo  oía  aún  en  la  oscuridad  el  sonido  que  lo  había
      perturbado mientras dormía: tip-tap, cuic; era como el susurro de unas ramas que
      se rozan con el viento, dedos de ramitas que rascaban la ventana y la pared: cric,
      cric, cric.  Se  preguntó  si  habría  sauces  cerca  de  la  casa  y  de  pronto  tuvo  la
      horrible impresión de que no estaba en una casa común sino dentro del sauce,
      oyendo aquella espantosa voz, seca y chirriante, que otra vez se reía de él. Se
      incorporó  y  sintió  la  almohada  blanda  en  las  manos  y  se  acostó  otra  vez  con
      alivio. Le pareció oír el eco de unas palabras: « ¡Nada temas! ¡Duerme en paz
      hasta  la  mañana!  ¡No  prestes  atención  a  los  ruidos  nocturnos!»   Volvió  a
      dormirse.
        Era el murmullo de un agua que cae lo que Merry oía en su sueño tranquilo:
      agua que fluía dulcemente y luego se extendía y se extendía alrededor de la casa
      en un estanque oscuro y sin límites. Gorgoteaba bajo las paredes y subía lenta
      pero firmemente. « ¡Me ahogaré!» , pensó. « Entrará en la casa y entonces me
      ahogaré.»   Sintió  que  estaba  acostado  en  un  pantano  blando  y  viscoso,  e
      incorporándose de un salto puso el pie en una losa dura y fría. Recordó entonces
      dónde  estaba  y  se  acostó  de  nuevo.  Creía  oír  o  recordaba  haber  oído:  « Nada
      entra aquí por puertas y ventanas salvo el claro de luna, la luz de las estrellas y el
      viento que viene de las cumbres.»  Una brisa leve y dulce movió las cortinas.
      Respiró profundamente y se durmió otra vez.
        Al día siguiente Sam sólo recordaba que había dormido toda la noche, muy
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