Page 201 - El Señor de los Anillos
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Al fin fueron más de tres horas de atraso. Bob volvió informando que no había
ningún caballo o poney disponible en la vecindad, ni por dinero ni como regalo:
excepto uno que Bill Helechal estaría quizá dispuesto a vender.
—Una pobre criatura vieja y famélica —dijo Bob—, pero no quiere
separarse de ella por menos de tres veces su valor, teniendo en cuenta la
situación en que se encuentran ustedes, lo que no me sorprende en Bill Helechal.
—¿Bill Helechal? —dijo Frodo—. ¿No habrá algún engaño? ¿No volverá el
animal a él con todas nuestras cosas, o no ayudará a que nos persigan, o algo?
—Quizá —dijo Trancos—. Pero me cuesta imaginar que un animal vuelva a
él, una vez que se ha ido. Pienso que es sólo una ocurrencia de último momento
del amable señor Helechal, un modo de sacar más beneficio de este asunto. El
peligro principal es que la pobre bestia esté a las puertas de la muerte. Pero no
parece haber alternativa. ¿Qué nos pide?
El precio de Bill Helechal era de doce centavos de plata y esto representaba
en verdad tres veces el valor de un poney en aquella región. El poney de
Helechal resultó ser una bestia huesuda, mal alimentada y floja; pero no parecía
que fuera a morirse en seguida. El señor Mantecona lo pagó de su propio bolsillo
y ofreció a Merry otras dieciocho monedas como compensación por los
animales perdidos. Era un hombre honesto y de buena posición según se decía en
Bree, pero treinta centavos de plata fueron para él un golpe duro y haber sido
víctima de Bill Helechal aumentaba todavía más el dolor.
En verdad no salió tan mal parado al fin de cuentas. Como descubrió más
tarde, sólo tendría que lamentar el robo de un caballo. Los otros habían sido
ahuyentados, o habían huido, dominados por el miedo, y los encontraron vagando
en diferentes lugares del País de Bree. Los poneys de Merry habían escapado
juntos y en definitiva (pues eran animales sensatos) tomaron el camino de las
Quebradas en busca de Gordo Terronillo. De modo que pasaron un tiempo al
cuidado de Tom Bombadil y estuvieron bien. Pero cuando le llegaron las noticias
de lo que había ocurrido en Bree, Tom se los envió en seguida de vuelta al señor
Mantecona, que de este modo obtuvo cinco poneys excelentes a muy buen
precio. Tuvieron que trabajar mucho más en Bree, pero Bob los trató bien, de
modo que en general fueron afortunados: escaparon a un viaje sombrío y
peligroso. Pero no llegaron nunca a Rivendel.
Mientras, sin embargo, el señor Mantecona dio el dinero por perdido, para
bien o para mal. Y ahora tenía nuevas dificultades. Pues cuando los otros
despertaron y se enteraron del asalto a la posada, hubo una gran conmoción. Los
viajeros sureños habían perdido varios caballos y culparon al posadero a gritos,
hasta que se supo que uno de ellos había desaparecido también en la noche, nada
menos que el compañero bizco de Bill Helechal. Las sospechas cayeron sobre él
en seguida.
—Si andan en compañía de un ladrón de caballos y lo traen a mi casa —dijo