Page 202 - El Señor de los Anillos
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Mantecona, furioso—, son ustedes los que tendrían que pagar todos los daños y no
venir a gritarme. ¡Vayan y pregúntenle a Helechal dónde está ese guapo amigo
de ustedes!
Pero parecía que el hombre no era amigo de nadie, y nadie podía recordar
cuándo se había unido a ellos.
Luego del desayuno los hobbits tuvieron que empacar otra vez y hacer acopio de
nuevas provisiones para el viaje más largo que los esperaba ahora. Eran ya
cerca de las diez cuando al fin partieron. Por ese entonces ya todo Bree bullía de
excitación. El truco de la desaparición de Frodo; la aparición de los Jinetes
Negros; el robo en los establos; y no menos la noticia de que Trancos el montaraz
se había unido a los misteriosos hobbits: había bastante para alimentar unos
cuantos años poco movidos. La mayor parte de los habitantes de Bree y Entibo y
aun muchos de Combe y de Archet se habían apretujado a lo largo del camino
para ver partir a los viajeros. Los otros huéspedes de la posada estaban en las
puertas o se asomaban a las ventanas.
Trancos había cambiado de idea y decidió dejar Bree por el camino
principal. Todo intento de salir inmediatamente al campo sólo empeoraría las
cosas: la mitad de los habitantes los seguiría para saber a dónde iban e impedir
que cruzaran por terrenos privados.
Los hobbits se despidieron de Bob y Nob y agradecieron cordialmente al
señor Mantecona.
—Espero que nos encontremos de nuevo un día, cuando haya otra vez
felicidad —dijo Frodo—. Nada me gustaría más que pasar un tiempo en paz en la
casa de usted.
Partieron a pie, inquietos y deprimidos, bajo las miradas de la multitud. No
todas las caras eran amistosas, ni todas las palabras que les gritaban. Pero la
mayoría de los habitantes de Bree parecían temer a Trancos y aquellos a quienes
él miraba a los ojos cerraban la boca y se alejaban. Trancos marchaba a la
cabeza con Frodo; luego venían Merry y Pippin y al fin Sam, que llevaba el
poney, cargado con todo el equipaje que se habían animado a ponerle encima;
pero el animal parecía ya menos abatido, como si aprobara este cambio de
suerte. Sam masticaba una manzana con aire ensimismado. Tenía un bolsillo
lleno, regalo de despedida de Bob y Nob. « Manzanas para caminar y una pipa
para descansar» , se dijo. « Pero tengo la impresión de que me faltarán las dos
cosas dentro de poco.»
Los hobbits no prestaron atención a las cabezas inquisitivas que miraban desde
el hueco de las puertas, o que asomaban por encima de cercas y muros, mientras
pasaban. Pero cuando se aproximaban a la puerta de trancas, Frodo vio una casa
sombría y mal cuidada escondida detrás de un seto espeso: la última casa de la
villa. En una de las ventanas alcanzó a ver una cara cetrina de ojos oblicuos y