Page 258 - El Señor de los Anillos
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Cruzando la Noche Eterna fue llevado
       sobre las olas negras que corrían
       por sombras y por costas inundadas
       ya antes que los Días empezaran,
       hasta que al fin en márgenes de perlas
       donde las olas siempre espumosas
       traen oro amarillo y joyas pálidas,
       donde termina el mundo, oyó la música.
       Vio la montaña que se alzaba en silencio
       donde el crepúsculo se tiende en las rodillas
       de Valinor, y vio a Eldamar
       muy lejos más allá de los mares.
       Vagabundo escapado de la noche
       llegó por último a un puerto blanco,
       al hogar de los elfos claro y verde,
       de aire sutil; pálidas como el vidrio,
       al pie de la colina de Ilmarin
       resplandeciendo en un valle abrupto
       las torres encendidas del Tirion
       se reflejan allí, en el Lago de Sombras.
       Allí dejó la vida errante
       y le enseñaron canciones,
       los sabios le contaron maravillas de antaño,
       y le llevaron arpas de oro.
       De blanco élfico lo vistieron
       y precedido por siete luces
       fue hasta la oculta tierra abandonada
       cruzando el Calacirian.
       Al fin entró en los salones sin tiempo
       donde brillando caen los años incontables,
       y reina para siempre el Rey Antiguo
       en la montaña escarpada de Ilmarin;
       palabras desconocidas se dijeron entonces
       de la raza de los hombres y de los elfos,
       le mostraron visiones del trasmundo
       prohibidas para aquellos que allí viven.
       Un nuevo barco para él construyeron
       de mitrhil y de vidrio élfico,
       de proa brillante; ningún remo desnudo,
       ninguna vela en el mástil de plata:
       el Silmaril como linterna
       y en la bandera un fuego vivo
       puesto allí mismo por Elbereth,
       y otorgándole alas inmortales
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