Page 529 - El Señor de los Anillos
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¡qué alta llevas en tu cabeza la corona de oro rojo!
Oh fresno muerto, tu cabellera es seca y gris;
tu corona ha caído, tu voz ha callado para siempre.
¡Oh Orofarnë, Lassemista, Camimirië!
Los hobbits se durmieron con la música del dulce canto de Bregalad, que
parecía lamentar en muchas lenguas la caída de los árboles que él había amado.
El día siguiente también lo pasaron en compañía de Bregalad, pero no se
alejaron mucho de la « casa» . La mayor parte del tiempo se quedaron sentados
en silencio al abrigo de la barranca; pues el viento era más frío y las nubes más
bajas y grises; el sol brillaba poco y a lo lejos las voces de los ents reunidos en
asamblea todavía subían y bajaban, a veces altas y fuertes, a veces bajas y
tristes, a veces rápidas, a veces lentas y solemnes como un himno. Llegó otra
noche y el cónclave de los ents continuaba bajo nubes rápidas y estrellas
caprichosas.
El tercer día amaneció triste y ventoso. Al alba las voces de los ents estallaron
en un clamor y luego se apagaron de nuevo. La mañana avanzó y el viento
amainó y el aire se colmó de una pesada expectativa. Los hobbits pudieron ver
que Bregalad escuchaba ahora con atención, aunque ellos, en la cañada de la
casa éntica, apenas alcanzaban a oír los rumores de la asamblea.
Llegó la tarde y el sol que descendía en el oeste hacia las montañas lanzó
unos largos rayos amarillos entre las grietas y fisuras de las nubes. De pronto
cayeron en la cuenta de que todo estaba muy tranquilo; el bosque entero
esperaba en un atento silencio. Por supuesto, las voces de los ents habían callado.
¿Qué significaba esto? Bregalad, erguido y tenso, miraba al norte hacia el Valle
Emboscado.
En seguida y con un estruendo llegó un grito resonante: ¡Rahumrah! Los
árboles se estremecieron y se inclinaron como si los hubiera atacado un huracán.
Hubo otra pausa y luego se oyó una música de marcha, como de solemnes
tambores, y por encima de los redobles y los golpes se elevaron unas voces que
cantaban altas y fuertes.
Venimos, venimos, con un redoble de tambor: ¡tarunda runda runda rom!
Los ents venían y el canto se elevaba cada vez más cerca y más sonoro.
Venimos, venimos con cuernos y tambores: ¡tarûna rûna rûna rom!
Bregalad recogió a los hobbits y se alejó de la casa.
No tardaron en ver la tropa en marcha que se acercaba; los ents cantaban
bajando por la pendiente a grandes pasos. Bárbol venía a la cabeza y detrás unos
cincuenta seguidores, de dos en fondo, marcando el ritmo con los pies y
golpeándose los flancos con las manos. Cuando estuvieron más cerca, se pudo