Page 524 - El Señor de los Anillos
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Partieron sin tardanza, Bárbol llevó en brazos a los hobbits, como en la víspera. A
      la entrada del patio dobló a la derecha, atravesó de una zancada la corriente y
      caminó  a  grandes  pasos  hacia  el  sur  bordeando  las  faldas  de  piedras
      desmoronadas donde los árboles eran raros. Los hobbits alcanzaron a distinguir
      montes de abedules y fresnos y más arriba unos pinos sombríos. Pronto Bárbol se
      apartó un poco de las colinas para meterse en unos bosquecillos profundos; los
      hobbits nunca habían visto hasta entonces árboles más grandes, más altos y más
      gruesos. Durante un momento creyeron tener aquella sensación de ahogo que los
      había asaltado cuando entraron por primera vez en Fangorn, pero pasó pronto.
      Bárbol no les hablaba. Canturreaba entre dientes, con un tono grave y meditativo,
      pero Merry y Pippin no alcanzaban a distinguir las palabras: sonaba bum, bum,
      rumbum, burar, bum, bum, dahrar bum bum, dahrar bum y así continuamente
      con un cambio incesante de notas y ritmos. De cuando en cuando creían oír una
      respuesta, un zumbido, o un sonido tembloroso que salía de la tierra, o que venía
      de las ramas altas, o quizá de los troncos de los árboles; pero Bárbol no se detenía
      ni volvía la cabeza a uno u otro lado.
      Había estado caminando un largo rato —Pippin había tratado de llevar cuenta de
      los pasos de ent, pero se había perdido alrededor de los tres mil— cuando Bárbol
      empezó a aflojar el paso. De pronto se detuvo, bajó a los hobbits y se llevó a la
      boca las manos juntas, como formando un tubo hueco. Luego sopló o llamó. Un
      gran hum, hom resonó en los bosques como un cuerno grave y pareció que los
      árboles devolvían el eco. De lejos y de distintos sitios llegó un similar hum, hom,
      hum que no era un eco sino una respuesta.
        Bárbol cargó a Merry y Pippin sobre los hombros y echó a andar otra vez,
      lanzando  de  cuando  en  cuando  otra  llamada  de  cuerno,  y  las  respuestas  eran
      cada vez más claras y próximas. De este modo llegaron al fin a lo que parecía
      ser un muro impenetrable de árboles oscuros y de hoja perenne, árboles de una
      especie que los hobbits nunca habían visto antes: las ramas salían directamente de
      las raíces y estaban densamente cubiertas de hojas oscuras y lustrosas como de
      acebo,  pero  sin  espinas,  y  en  el  extremo  de  unos  peciolos  tiesos  y  verticales
      brillaban unos botones grandes y brillantes de color oliva.
        Volviéndose a la izquierda y bordeando esta cerca enorme, Bárbol llegó en
      unas pocas zancadas a una entrada angosta. Un sendero donde se veían muchas
      huellas  atravesaba  la  cerca  y  bajaba  de  pronto  por  una  pendiente  larga  y
      abrupta. Los hobbits vieron que estaban descendiendo a un valle grande, casi tan
      redondo como un tazón, muy ancho y profundo, coronado en el borde por la alta
      cerca  de  árboles  oscuros.  El  interior  era  liso  y  herboso  y  no  había  árboles
      excepto tres abedules plateados muy altos y hermosos que crecían en el fondo
      del tazón. Otros dos senderos bajaban al valle: desde el oeste y desde el este.
        Varios  ents  habían  llegado  ya.  Más  estaban  descendiendo  por  los  otros
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