Page 520 - El Señor de los Anillos
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de la gente más joven… si consigo que entiendan en qué aprieto nos encontramos
ahora; si consigo despertarlos: no somos gente apresurada. ¡Qué lástima que
seamos tan pocos!
—¿Cómo sois tan pocos habiendo vivido en este país tanto tiempo? —preguntó
Pippin—. ¿Han muerto muchos?
—¡Oh no! —dijo Bárbol—. Nadie ha muerto por dentro, como podría
decirse. Algunos cayeron en las vicisitudes de los largos años, por supuesto; y
muchos son ahora arbóreos. Pero nunca fuimos muchos y no hemos aumentado.
No ha habido entandos, no ha habido niños diríais vosotros, desde hace un terrible
número de años. Pues veréis, hemos perdido a las ents-mujeres.
—¡Qué pena! —dijo Pippin—. ¿Cómo fue que murieron todas?
—¡No murieron! —dijo Bárbol—. Nunca dije que murieron. Las perdimos,
dije. Las perdimos y no podemos encontrarlas. —Suspiró—. Pensé que casi todos
lo sabían. Los elfos y los hombres del Bosque Negro en Gondor han cantado
cómo los ents buscaron a las ents-mujeres. No es posible que esos cantos se
hayan olvidado.
—Bueno, temo que esas canciones no hayan pasado al Oeste por encima de
las Montañas de la Comarca —dijo Merry—. ¿No nos dirás más, o no nos
cantarás una de las canciones?
—Sí, lo haré —dijo Bárbol, en apariencia complacido—. Pero no puedo
contarlo como sería menester; sólo un resumen; y luego interrumpiremos la
charla; mañana habrá que llamar a concilio y nos esperan trabajos y quizás un
largo viaje.
» Es una historia bastante rara y triste —dijo luego de una pausa—. Cuando el
mundo era joven y los bosques vastos y salvajes, los ents y las ents-mujeres (y
había entonces ents-doncellas: ¡ah, la belleza de Fimbrethil, Miembros de Junco,
de los pies ligeros, en nuestra juventud!) caminaban juntos y habitaban juntos.
Pero los corazones de unos y otros no crecieron del mismo modo: los ents se
consagraban a lo que encontraban en el mundo y las ents-mujeres a otras cosas,
pues los ents amaban los grandes árboles y los bosques salvajes y las faldas de
las altas colinas y bebían de los manantiales de las montañas y comían sólo las
frutas que los árboles dejaban caer delante de ellos; y aprendieron de los elfos y
hablaron con los árboles. Pero las ents-mujeres se interesaban en los árboles más
pequeños y en las praderas soleadas más allá del pie de los bosques; y ellas veían
el endrino en el arbusto y la manzana silvestre y la cereza que florecían en
primavera y las hierbas verdes en las tierras anegadas del verano y las hierbas
granadas en los campos de otoño. No deseaban hablar con esas cosas, pero sí que
entendieran lo que se les decía y que obedecieran. Las ents-mujeres les
ordenaban que crecieran de acuerdo con los deseos que ellas tenían y que las
hojas y los frutos fueran del agrado de ellas, pues las ents-mujeres deseaban
orden y abundancia y paz (o sea que las cosas se quedaran donde ellas las habían