Page 519 - El Señor de los Anillos
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» ¡Maldito sea, por raíces y ramas! Muchos de estos árboles eran mis amigos,
criaturas que conocí en la nuez o en el grano; muchos tenían voces propias que se
han perdido para siempre. Y ahora hay claros de tocones y zarzas donde antes
había avenidas pobladas de cantos. He sido perezoso. He descuidado las cosas.
¡Esto tiene que terminar!
Bárbol se levantó del lecho con una sacudida, se incorporó y golpeó con la
mano sobre la mesa. Las vasijas se estremecieron y lanzaron hacia arriba dos
chorros luminosos. En los ojos de Bárbol osciló una luz, como un fuego verde, y
la barba se le adelantó, tiesa como una escoba de paja.
—¡Yo terminaré con eso! —estalló—. Y vosotros vendréis conmigo. Quizá
podáis ayudarme. De ese modo estaréis ayudando también a esos amigos
vuestros, pues si no detenemos a Saruman, Rohan y Gondor tendrán un enemigo
detrás y no sólo delante. Nuestros caminos van juntos… ¡hacia Isengard!
—Iremos contigo —dijo Merry—. Haremos lo que podamos.
—Sí —dijo Pippin—. Me gustaría ver la Mano Blanca destruida para siempre.
Me gustaría estar allí, aunque yo no sirviera de mucho. Nunca olvidaré a Uglúk y
cómo cruzamos Rohan.
—¡Bueno! ¡Bueno! —dijo Bárbol—.Pero he hablado apresuradamente. No
tenemos que apresurarnos. Me excité demasiado. Tengo que tranquilizarme y
pensar, pues es más fácil gritar ¡basta!, que obligarlos a detenerse.
Fue a grandes pasos hacia la arcada y se detuvo un tiempo bajo la llovizna del
manantial. Luego se rió y se sacudió y unas gotas de agua cayeron al suelo
centelleando como chispas rojas y verdes. Volvió, se tendió de nuevo en la cama
y guardó silencio.
Al rato los hobbits oyeron que murmuraba otra vez. Parecía estar contando con
los dedos.
—Fangorn, Fingías, Fladrif, ay, ay —suspiró—. El problema es que quedamos
tan pocos —dijo volviéndose hacia los hobbits—. Sólo quedan tres de los primeros
ents que anduvieron por los bosques antes de la Oscuridad: sólo yo, Fangorn,
Fingías y Fladrif, si los llamamos con los nombres élficos; podéis llamarlos
también Zarcillo y Corteza, si preferís. Y de nosotros tres, Zarcillo y Corteza no
servirán de mucho en este asunto. Zarcillo está cada día más dormido y muy
arbóreo, podría decirse. Prefiere pasarse el verano de pie y medio dormido, con
las hierbas hasta las rodillas. Un vello de hojas le cubre el cuerpo. Acostumbraba
despertar en invierno, pero últimamente se ha sentido demasiado soñoliento para
caminar mucho. Corteza vive en las faldas de las montañas al este de Isengard.
Allí es donde ha habido más dificultades. Los orcos lo lastimaron y muchos de los
suyos y de los árboles que apacentaba han sido asesinados y destruidos. Ha
subido a los lugares altos, entre los abedules que él prefiere, y no descenderá. Sin
embargo, me atrevo a decir que yo podría juntar un grupo bastante considerable