Page 516 - El Señor de los Anillos
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—Esta es una casa de ent —dijo— y no hay asientos, me temo. Pero podéis
      sentaros en la mesa.
        Alzando en vilo a los hobbits los sentó en la gran losa de piedra, a unos seis
      pies del suelo, y allí se quedaron balanceando las piernas y bebiendo a pequeños
      sorbos.
        La bebida parecía agua y en verdad el gusto era parecido al de los tragos que
      habían bebido antes a orillas del Entaguas cerca de los lindes del bosque, y sin
      embargo tenía también un aroma o sabor que ellos no podían describir: era débil,
      pero les recordaba el olor de un bosque distante que una brisa nocturna trae desde
      lejos. El efecto de la bebida comenzó a sentirse en los dedos de los pies y subió
      firmemente por todos los miembros, refrescándolos y vigorizándolos, hasta las
      puntas mismas de los cabellos. En verdad los hobbits sintieron que se les erizaban
      los cabellos, que ondeaban y se rizaban y crecían. En cuanto a Bárbol, primero
      se lavó los pies en el estanque de más allá del arco y luego vació el tazón de un
      solo trago, largo y lento. Los hobbits pensaron que nunca dejaría de beber.
        Al fin dejó otra vez el tazón sobre la mesa.
        —Ah, ah —suspiró—. Hm, hum, ahora podemos hablar con mayor facilidad.
      Podéis sentaros en el suelo y yo me acostaré; así evitaré que la bebida se me
      suba a la cabeza y me dé sueño.
      A la derecha de la bóveda había un lecho grande de patas bajas, de no más de
      dos pies, muy recubierto de hierbas y helechos secos. Bárbol se echó lentamente
      en esta cama (doblando apenas la cintura) hasta que descansó acostado, con las
      manos detrás de la cabeza, mirando el cielo raso, donde centelleaban las luces,
      como hojas que se mueven al sol. Merry y Pippin se sentaron junto a él sobre
      almohadones de hierba.
        —Ahora contadme vuestra historia, ¡y no os apresuréis!
        Los  hobbits  empezaron  a  contarle  la  historia  de  todo  lo  que  había  ocurrido
      desde  que  dejaran  Hobbiton.  No  siguieron  un  orden  muy  claro,  pues  se
      interrumpían uno a otro de continuo y Bárbol detenía a menudo a quien hablaba
      y volvía a algún punto anterior, o saltaba hacia adelante haciendo preguntas sobre
      acontecimientos posteriores. No hablaron sin embargo del Anillo y no le dijeron
      por qué se habían puesto en camino ni hacia dónde iban; y Bárbol no les pidió
      explicaciones.
        Todo  le  interesaba  enormemente:  los  Jinetes  Negros,  Elrond,  Rivendel,  el
      Bosque  Viejo,  Tom  Bombadil  y  las  Minas  de  Moria,  Lothlórien  y  Galadriel.
      Insistió en que le describieran la Comarca, una y otra vez. En este punto, hizo un
      curioso comentario:
        —¿Nunca visteis, hm, ningún ent rondando por allí, no es cierto? —preguntó
      —. Bueno, no ents, ents-mujeres tendría que decir.
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