Page 517 - El Señor de los Anillos
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—¿Ents-mujeres? —dijo Pippin—. ¿Se parecen a ti?
        —Sí, hm, bueno, no: realmente no lo sé —dijo Bárbol, pensativo—. Pero a
      ellas les hubiera gustado vuestro país, por eso preguntaba.
        —Bárbol  sin  embargo  estaba  particularmente  interesado  en  todo  lo  que  se
      refería a Gandalf y más interesado aún en lo que hacía Saruman. Los hobbits
      lamentaron de veras saber tan poco acerca de ellos: sólo unas vagas referencias
      de Sam a lo que Gandalf había dicho en el Concilio. Pero de cualquier modo era
      claro que Uglúk y parte de los orcos habían venido de Isengard y que hablaban
      de Saruman como si fuera el amo de todos ellos.
        —¡Hm,  hum!  —dijo  Bárbol,  cuando  al  fin  luego  de  muchas  vueltas  y
      revueltas la historia de los hobbits desembocó en la batalla entre los orcos y los
      Jinetes  de  Rohan—.  ¡Bueno,  bueno!  Un  buen  montón  de  noticias,  sin  ninguna
      duda. No me habéis dicho todo, no en verdad, y falta bastante. Pero no dudo de
      que  os  comportáis  como  Gandalf  hubiera  deseado.  Algo  muy  importante  está
      ocurriendo, me doy cuenta y ya me enteraré cuando sea el momento, bueno o
      malo. Por las raíces y las ramas, qué extraño asunto. De pronto asoma una gente
      menuda, que no está en las viejas listas, y he aquí que los Nueve Jinetes olvidados
      reaparecen y los persiguen y Gandalf los lleva a un largo viaje y Galadriel los
      acoge en Caras Galadon y los orcos los persiguen de un extremo a otro de las
      Tierras  Ásperas:  en  verdad  parece  que  los  hubiera  alcanzado  una  terrible
      tormenta. ¡Espero que puedan capear el temporal!
        —¿Y qué nos dices de ti? —preguntó Merry.
        —Hum, hm,  las  Grandes  Guerras  no me  preocupan  —dijo  Bárbol—, ellas
      conciernen sobre todo a los elfos y a los hombres. Es un asunto de magos: los
      magos andan siempre preocupados por el futuro. No me gusta preocuparme por
      el  futuro.  No  estoy  enteramente  del  lado  de  nadie,  porque,  nadie  está
      enteramente de mi lado, si me entendéis. Nadie cuida de los bosques como yo,
      hoy ni siquiera los elfos. Sin embargo, tengo más simpatía por los elfos que por
      los otros: fueron los elfos quienes nos sacaron de nuestro mutismo en otra época
      y  esto  fue  un  gran  don  que  no  puede  ser  olvidado,  aunque  hayamos  tomado
      distintos  caminos  desde  entonces.  Y  hay  algunas  cosas,  por  supuesto,  de  cuyo
      lado  yo  nunca  podría  estar:  esos…  burárum  —se  oyó  otra  vez  un  gruñido
      profundo de disgusto—, esos orcos y los jefes de los orcos.
        » Me  sentí  inquieto  en  otras  épocas  cuando  la  sombra  se  extendía  sobre  el
      Bosque  Negro,  pero  cuando  se  mudó  a  Mordor,  durante  un  tiempo  no  me
      preocupé: Mordor está muy lejos. Pero parece que el viento sopla ahora del Este
      y no sería raro que muy pronto todos los bosques empezaran a marchitarse. No
      hay  nada  que  un  viejo  ent  pueda  hacer  para  impedir  la  tormenta:  tiene  que
      capearla o caer partido en dos.
        » ¡Pero Saruman! Saruman es un vecino: no puedo descuidarlo. Algo tengo
      que hacer, supongo. Me he preguntado a menudo últimamente qué puedo hacer
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