Page 512 - El Señor de los Anillos
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Sosteniendo a los hobbits gentilmente pero con firmeza, cada uno en el hueco de
      un brazo, Bárbol alzó primero un gran pie y luego el otro y los llevó al borde de la
      cornisa. Los dedos que parecían raíces se aferraron a las rocas. Luego Bárbol
      descendió cuidadosa y solemnemente de escalón en escalón y llegó así al suelo
      del bosque.
        En  seguida  echó  a  andar  entre  los  árboles  con  largos  pasos  deliberados,
      internándose  más  y  más  en  el  bosque,  sin  alejarse  del  río,  subiendo  siempre
      hacia las faldas de las montañas. Muchos de los árboles parecían dormidos, o no
      le  prestaban  atención,  como  si  fuera  una  de  aquellas  criaturas  que  iban
      simplemente de aquí para allá; pero algunos se estremecían y algunos levantaban
      las ramas por encima de la cabeza de Bárbol para dejarlo pasar. En todo este
      tiempo, mientras caminaba, Bárbol se hablaba a sí mismo en una ininterrumpida
      corriente de sonidos musicales.
        Los hobbits estuvieron callados un tiempo. Se sentían, lo que era raro, a salvo
      y cómodos y tenían mucho que pensar y mucho que preguntarse. Al fin Pippin
      se atrevió a hablar otra vez.
        —Por  favor,  Bárbol  —dijo—,  ¿puedo  preguntarte  algo?  ¿Por  qué  Celeborn
      nos previno contra el bosque? Nos dijo que no nos arriesgáramos a extraviarnos
      en el bosque.
        —Hm,  ¿les  dijo  eso?  —gruñó  Bárbol—.  Y  yo  hubiera  dicho  lo  mismo,  si
      hubierais ido en dirección opuesta. ¡No te arriesgues a extraviarte en los bosques
      de Laurelindórinan! Así es como lo llamaban los elfos, pero ahora han abreviado
      el  nombre:  Lothlórien  lo  llaman.  Quizá  tienen  razón,  quizás  el  bosque  está
      decayendo, no creciendo. El Valle del Oro que Cantaba, así llamaban al país, en
      los tiempos de erase una vez. Ahora lo llaman Flor del Sueño. En fin. Pero es un
      lugar raro, donde no todos pueden aventurarse. Me sorprende que hayáis salido
      de  allí,  pero  mucho  más  que  hayáis  entrado;  esto  no  le  ha  ocurrido  a  ningún
      extranjero desde hace tiempo. Es un curioso país.
        » Y así pasa con este bosque. La gente ha tenido mucho que lamentar aquí.
      Ay,  sí,  mucho  que  lamentar,  sí.  Laurelindórinan  lindelorendor  malinornélion
      ornemalin —canturreó entre dientes—. Me parece que allá se han quedado un
      poco atrás —dijo—. Ni este país ni ninguna otra cosa fuera del Bosque Dorado
      son  lo  que  eran  en  la  juventud  de  Celeborn.  Sin  embargo:  Taurelilöméa-
      tumbalemorna  Tumbaletaurëa  Lómëanor.  Eso  es  lo  que  decían.  Las  cosas  han
      cambiado, pero aún son verdad en algunos sitios.
        —¿Qué quieres decir? —preguntó Pippin—. ¿Qué es verdad?
        —Los árboles y los ents —dijo Bárbol—. No entiendo todo lo que pasa de
      modo que no puedo explicártelo. Algunos de los nuestros son todavía verdaderos
      ents y andan bastante animados a nuestra manera, pero muchos otros parecen
      soñolientos,  se  están  poniendo  arbóreos,  podría  decirse.  La  mayoría  de  los
      árboles  son  sólo  árboles,  por  supuesto;  pero  muchos  están  medio  despiertos.
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