Page 511 - El Señor de los Anillos
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Saruman en Isengard, ¿qué hacen? Me gusta que me cuenten las noticias. Pero no
      demasiado aprisa ahora.
        —Pasan muchas  cosas  —dijo  Merry— y  aunque  nos  diéramos  prisa sería
      largo  de  contar  y  nos  has  pedido  que  no  nos  apresuremos.  ¿Conviene  que  te
      contemos algo tan en seguida? ¿Sería impertinente que te preguntáramos qué vas
      a hacer con nosotros y de qué lado estás? ¿Y conociste a Gandalf?
        —Sí, lo conozco: el único mago a quien realmente le importan los árboles —
      dijo Bárbol—. ¿Lo conocéis?
        —Sí  —dijo  Pippin  tristemente—,  lo  conocimos.  Era  un  gran  amigo  y  era
      nuestro guía.
        —Entonces puedo responder a vuestras otras preguntas —dijo Bárbol—. No
      haré  nada  con  vosotros:  no  si  eso  quiere  decir  « haceros  algo  a  vosotros»   sin
      vuestro permiso. Podemos intentar algunas cosas juntos. No sé nada acerca de
      lados. Sigo mi propio camino, aunque podéis acompañarme un momento. Pero
      habláis del Señor Gandalf como parte de una historia que ha terminado.
        —Sí, así es —dijo tristemente Pippin—. La historia parece continuar, pero me
      temo que Gandalf haya caído fuera.
        —¡Hu,  vamos!  —dijo  Bárbol—.  Hum,  hm,  ah,  bien.  —Hizo  una  pausa,
      mirando largamente a los hobbits—. Hum, ah, bien, no sé qué decir, vamos.
        —Si quisieras oír algo más —dijo Merry—, te lo contaremos. Pero llevará
      tiempo. ¿No quisieras ponernos en el suelo? ¿No podríamos sentarnos juntos al
      sol, mientras hay sol? Estarás cansado de tenernos siempre alzados.
        —Hm, ¿cansado? No, no estoy cansado. No me canso fácilmente. Y no tengo
      la costumbre de sentarme. No soy muy, hm, plegadizo. Pero mirad, el sol se está
      yendo, en efecto. Dejemos este… ¿habéis dicho cómo lo llamáis?
        —¿Colina?  —sugirió  Pippin—.  ¿Cornisa?  ¿Escalón?  —sugirió  Merry.  Bárbol
      repitió pensativo las palabras.
        —Colina. Sí, eso era. Pero es una palabra apresurada para algo que ha estado
      siempre aquí desde que se formó esta parte del mundo. No importa. Dejémosla
      y vámonos.
        —¿A dónde iremos? —preguntó Merry.
        —A mi casa, o a una de mis casas —respondió Bárbol.
        —¿Está lejos?
        —No lo sé. Quizá lo llaméis lejos. ¿Pero qué importa?
        —Bueno, verás, hemos perdido todo lo que teníamos —dijo Merry—. Sólo
      nos queda un poco de comida.
        —¡Oh! ¡Hm! No hay de qué preocuparse —dijo Bárbol—. Puedo daros una
      bebida que os mantendrá verdes y en estado de crecimiento durante un largo,
      largo rato. Y si decidimos separarnos, puedo depositaros fuera de mi país en el
      punto que queráis. ¡Vamos!
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