Page 523 - El Señor de los Anillos
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Bárbol dejó de cantar.
—Así dice la canción —dijo—. Es una canción élfica por supuesto, alegre,
concisa y termina pronto. Me atrevería a decir que es bastante hermosa. Aunque
los ents podrían decir mucho más, ¡si tuvieran tiempo! Pero ahora voy a
levantarme para dormir un poco. ¿Dónde os pondréis de pie?
—Nosotros comúnmente nos acostamos para dormir —dijo Merry—. Nos
quedaremos donde estamos.
—¡Acostarse para dormir! —exclamó Bárbol—. ¡Pero claro! Hm, hum: me
olvido a veces: cantando esa canción creí estar de nuevo en los tiempos de
antaño: casi como si estuviera hablándoles a unos jóvenes entandos. Bueno,
podéis acostaros en la cama. Yo me pondré de pie bajo la lluvia. ¡Buenas noches!
Merry y Pippin treparon a la cama y se acomodaron en la hierba y los
helechos blandos. Era una cama fresca, perfumada y tibia. Las luces se
apagaron y el resplandor de los árboles se desvaneció; pero afuera, bajo el arco,
alcanzaban a ver al viejo Bárbol de pie, inmóvil, con los brazos levantados por
encima de la cabeza. Las estrellas brillantes miraban desde el cielo e iluminaban
el agua que caía y se le derramaba sobre los dedos y la cabeza y goteaba,
goteaba, en cientos de gotas de plata. Escuchando el tintineo de las gotas los
hobbits se durmieron.
Despertaron y vieron que un sol fresco brillaba en el patio y en el suelo de la
caverna. Unos andrajos de nubes altas corrían en el cielo, arrastradas por un
viento que soplaba firmemente del este. No vieron a Bárbol, pero mientras se
bañaban en el estanque junto al arco, oyeron que zumbaba y cantaba, subiendo
por el camino entre los árboles.
—¡Hu, ho! ¡Buenos días, Merry y Pippin! —bramó al verlos—. Dormís
mucho. Yo ya he dado cientos de pasos. Ahora beberemos un poco y luego
iremos a la Cámara de los Ents.
Trajo una jarra de piedra, pero no la misma de la noche anterior, y les sirvió
dos tazones. El sabor tampoco era el mismo: más terrestre, más generoso, más
fortificante y nutritivo, por así decir. Mientras los hobbits bebían, sentados en el
borde de la cama, y mordisqueando los bizcochos élficos (porque comer algo les
parecía parte necesaria del desayuno, no porque tuvieran hambre), Bárbol se
quedó allí de pie, canturreando en éntico o élfico o alguna extraña lengua, y
mirando el cielo.
—¿Dónde está la Cámara de los Ents? —se atrevió a preguntar Pippin.
—¿Hu, eh? ¿La Cámara de los Ents? —dijo Bárbol, dándose vuelta—. No es
un lugar, es una reunión de ents, lo que no ocurre a menudo. Pero he conseguido
que un número considerable me prometiera venir. Nos reuniremos en el sitio
donde nos hemos reunido siempre. El Valle Emboscado, lo llaman los hombres.
Está lejos de aquí, en el sur. Tenemos que llegar allí antes del mediodía.