Page 548 - El Señor de los Anillos
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donde tenéis que ir, ¡y confiad! ¡A Edoras! Yo iré con vosotros.
        —Es un largo camino para que un hombre lo recorra a pie, joven o viejo —le
      dijo Aragorn—. Temo que la batalla termine mucho antes que lleguemos.
        —Ya se verá, ya se verá —dijo Gandalf—. ¿Vendréis ahora conmigo?
        —Sí,  partiremos  juntos  —dijo  Aragorn—,  pero  no  dudo  de  que  tú  podrías
      llegar allí antes que yo, si lo quisieras.
        Se  incorporó  y  observó  largamente  a  Gandalf.  Los  otros  los  miraron  en
      silencio, mientras estaban allí de pie, enfrentándose. La figura gris del hombre,
      Aragorn hijo de Arathorn, era alta y rígida como la piedra, con la mano en la
      empuñadura de la espada; parecía un rey que hubiese salido de las nieblas del
      mar a unas costas donde vivían unos hombres menores. Ante él se erguía la vieja
      figura, blanca, brillante como si alguna luz le ardiera dentro, inclinada, doblada
      por los años, pero dueña de un poder que superaba la fuerza de los reyes.
        —¿No digo acaso la verdad, Gandalf? —dijo Aragorn al fin—. ¿No podrías ir
      a cualquier sitio más rápido que yo si así lo quisieras? Y digo esto también: eres
      nuestro capitán y nuestra bandera. El Señor Oscuro tiene Nueve. Pero nosotros
      tenemos Uno, más poderoso que ellos: el Caballero Blanco. Ha pasado por las
      pruebas  del  fuego  y  el  abismo,  y  ellos  le  temerán.  Iremos  a  donde  él  nos
      conduzca.
      —Sí, juntos te seguiremos —dijo Legolas—. Pero antes me aliviarías el corazón,
      Gandalf,  si  nos  dijeras  qué  te  ocurrió  en  Moría.  ¿Nos  lo  dirás?  ¿No  puedes
      demorarte ni siquiera para decirles a tus amigos cómo te libraste?
        —Me  he  demorado  ya  demasiado  —respondió  Gandalf—.  El  tiempo  es
      corto. Pero aunque dispusiésemos de un año, no os lo diría todo.
        —¡Entonces dinos lo que quieras y lo que el tiempo permita! —dijo Gimli—.
      ¡Vamos, Gandalf, dinos cómo enfrentaste al Balrog!
        —¡No lo nombres! —dijo Gandalf, y durante un momento pareció que una
      nube de dolor le pasaba por la cara, y se quedó silencioso, y pareció viejo como
      la muerte—. Mucho tiempo caí —dijo al fin, lentamente, como recordando con
      dificultad—. Mucho tiempo caí, y él cayó conmigo. El fuego de él me envolvía,
      quemándome. Luego nos hundimos en un agua profunda y todo fue oscuro. El
      agua era fría como la marea de la muerte: casi me hiela el corazón.
        —Profundo es el abismo que el Puente de Durin franquea —dijo Gimli— y
      nadie lo ha medido.
        —Sin embargo tiene un fondo, más allá de toda luz y todo conocimiento —
      dijo Gandalf—. Al fin llegué allí, a las más extremas fundaciones de piedra. El
      estaba  todavía  conmigo.  El  fuego  se  le  había  apagado,  pero  ahora  era  una
      criatura de barro, más fuerte que una serpiente constrictora.
        « Luchamos allá lejos bajo la tierra viviente, donde no hay cuenta del tiempo.
      El me aferraba con fuerza y yo lo acuchillaba, hasta que por último él huyó por
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