Page 547 - El Señor de los Anillos
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larga  y  lenta  cólera  de  Fangorn  está  desbordando  y  comunicándose  a  todo  el
      bosque. La llegada de los hobbits y las noticias que le trajeron fueron la gota que
      colmó el vaso; pronto esa cólera se extenderá como una inundación, volviéndose
      contra Saruman y las hachas de Isengard. Está por ocurrir algo que no se ha visto
      desde los Días Antiguos: los ents despertarán y descubrirán que son fuertes.
        —¿Qué harán? —preguntó Legolas, sorprendido.
        —No lo sé —dijo Gandalf—. Y no creo que ellos lo sepan. Calló y bajó la
      cabeza, ensimismado.
      Los otros se quedaron mirándolo. Un rayo de sol se filtró entre las nubes rápidas
      y cayó en las manos de Gandalf, que ahora las tenía en el regazo con las palmas
      vueltas  hacia  arriba:  parecían  estar  colmadas  de  luz  como  una  copa  llena  de
      agua. Al fin alzó los ojos y miró directamente al sol.
        —La mañana se va —dijo—. Pronto habrá que partir.
        —¿Iremos a buscar a nuestros amigos y ver a Bárbol? —preguntó Aragorn.
        —No —dijo Gandalf—, no es ésa la ruta que os aconsejo. He pronunciado
      palabras de esperanza. Pero sólo de esperanza. La esperanza no es la victoria. La
      guerra  está  sobre  nosotros  y  nuestros  amigos;  una  guerra  en  la  que  sólo
      recurriendo al Anillo podríamos asegurarnos la victoria. Me da mucha tristeza y
      mucho  miedo,  pues  mucho  se  destruirá  y  todo  puede  perderse.  Soy  Gandalf,
      Gandalf el Blanco, pero el Negro es todavía más poderoso.
        Se incorporó y miró al este, protegiéndose los ojos, como si viera allá lejos
      muchas cosas que los otros no alcanzaban a ver. Al fin movió la cabeza.
        —No  —dijo  en  voz  baja—,  está  ahora  fuera  de  nuestro  alcance.
      Alegrémonos de esto al menos. El Anillo ya no puede tentarnos. Tendremos que
      descender a enfrentar un riesgo que es casi desesperado; pero el peligro mortal
      ha sido suprimido.
        Se volvió a Aragorn.
        —¡Vamos, Aragorn hijo de Arathorn! —dijo—. No lamentes tu elección en
      el valle de Emyn Muil, ni hables de una persecución vana. En la duda elegiste el
      camino que te parecía bueno; la elección fue justa y ha sido recompensada. Pues
      nos hemos reencontrado a tiempo y de otro modo nos hubiésemos reencontrado
      demasiado tarde. Pero la busca de tus compañeros ha concluido. La continuación
      de tu viaje está señalada por la palabra que diste. Tienes que ir a Edoras y buscar
      a Théoden. Pues te necesitan. La luz de Andúril ha de descubrirse ahora en la
      batalla por la que ha esperado durante tanto tiempo. Hay guerra en Rohan y un
      mal todavía peor; la desgracia amenaza a Théoden.
        —¿Entonces  ya  no  veremos  otra  vez  a  esos  alegres  y  jóvenes  hobbits?  —
      preguntó Legolas.
        —No diría eso —respondió Gandalf—. ¿Quién sabe? Tened paciencia. Id a
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