Page 545 - El Señor de los Anillos
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cae, las cosas empeorarán para Saruman.
—Es una pena que nuestros amigos estén en el medio —dijo Gimli—. Si
ninguna tierra separara a Isengard de Mordor, podrían entonces luchar entre ellos
mientras nosotros observamos y esperamos.
—El vencedor saldrá más fortalecido que cualquiera de los dos bandos y ya
no tendrá dudas —dijo Gandalf—. Pero Isengard no puede luchar contra Mordor,
a menos que Saruman obtenga antes el Anillo. Esto no lo conseguirá ahora. Nada
sabe aún del peligro en que se encuentra. Son muchas las cosas que ignora.
Estaba tan ansioso de echar manos a la presa que no pudo esperar en Isengard y
partió a encontrar y espiar a los mensajeros que él mismo había enviado. Pero
esta vez vino demasiado tarde y la batalla estaba terminada aun antes que él
llegara a estas regiones, y ya no podía intervenir. No se quedó aquí mucho
tiempo. He mirado en la mente de Saruman y he visto qué dudas lo afligen. No
tiene ningún conocimiento del bosque. Piensa que los jinetes han masacrado y
quemado todo en el mismo campo de batalla pero no sabe si los orcos llevan o no
algún prisionero. Y no se ha enterado de la disputa entre los servidores de
Isengard y los orcos de Mordor; nada sabe tampoco del Mensajero Alado.
—¡El Mensajero Alado! —exclamó Legolas—. Le disparé con el arco de
Galadriel sobre Sarn Gebir, y él cayó del cielo. Todos sentimos miedo entonces.
¿Qué nuevo terror es ése?
—Uno que no puedes abatir con flechas —dijo Gandalf—. Sólo abatiste la
cabalgadura. Fue una verdadera hazaña pero el jinete pronto montó de nuevo.
Pues él era un Nazgûl, uno de los Nueve, que ahora cabalgan bestias aladas.
Pronto ese terror cubrirá de sombras los últimos ejércitos amigos, ocultando el
sol. Pero no se les ha permitido aún cruzar el río y Saruman nada sabe de esta
nueva forma que visten los Espectros del Anillo. No piensa sino en el Anillo.
¿Estaba presente en la batalla? ¿Fue encontrado? ¿Y qué pasaría si Théoden, el
Señor de la Marca, tropieza con el Anillo y se entera del poder que se le
atribuye? Ve todos esos peligros y ha vuelto de prisa a Isengard a redoblar y
triplicar el asalto a Rohan. Y durante todo ese tiempo hay otro peligro, que él no
ve, dominado como está por tantos pensamientos. Ha olvidado a Bárbol.
—Ahora otra vez piensas en voz alta —dijo Aragorn con una sonrisa—. No
conozco a ningún Bárbol. Y he adivinado una parte de la doble traición de
Saruman; pero no sé de qué puede haber servido la llegada de dos hobbits a
Fangorn, excepto obligarnos a una persecución larga e infructuosa.
—¡Espera un minuto! —dijo Gimli—. Hay otra cosa que quisiera saber antes.
¿Fuiste tú, Gandalf, o fue Saruman a quien vimos anoche?
—No fui yo a quien visteis por cierto —respondió Gandalf—. He de suponer,
pues, que visteis a Saruman. Nos parecemos tanto evidentemente que he de
perdonarte que hayas querido abrirme una brecha incurable en el sombrero.
—¡Bien, bien! —dijo Gimli—. Mejor que no fueras tú. Gandalf rió otra vez.