Page 544 - El Señor de los Anillos
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poder  de  Minas  Tirith  hubiera  sido  entonces  para  él  una  grave  amenaza.  En
      verdad está muy asustado, no sabiendo qué criatura poderosa podría aparecer de
      pronto,  llevando  el  Anillo,  declarándole  la  guerra  y  tratando  de  derribarlo  y
      reemplazarlo.  Que  deseemos  derribarlo  pero  no  sustituirlo  por  nadie  es  un
      pensamiento  que  nunca  podría  ocurrírsele.  Que  queramos  destruir  el  Anillo
      mismo no ha entrado aún en los sueños más oscuros que haya podido alimentar.
      En  esto  como  entenderéis  sin  duda  reside  nuestra  mayor  fortuna  y  nuestra
      mayor esperanza. Imaginando la guerra, la ha desencadenado, creyendo ya que
      no  hay  tiempo  que  perder,  pues  quien  primero  golpea,  si  golpea  con  bastante
      fuerza, quizá no tenga que golpear de nuevo. Ha puesto pues en movimiento, y
      más  pronto  de  lo  que  pensaba,  las  fuerzas  que  estaba  preparando  desde  hace
      mucho. Sabiduría insensata: si hubiera aplicado todo el poder de que dispone a
      guardar Mordor, de modo que nadie pudiese entrar, y se hubiera dedicado por
      entero a la caza del Anillo, entonces en verdad toda esperanza sería inútil: ni el
      Anillo ni el portador lo hubieran eludido mucho tiempo. Pero ahora se pasa las
      horas mirando a lo lejos y no atendiendo a los asuntos cercanos; y sobre todo le
      preocupa  Minas  Tirith.  Pronto  todas  sus  fuerzas  se  abatirán  allí  como  una
      tormenta.
        » Pues sabe ya que los mensajeros que él envió a acechar a la Compañía han
      fracasado  otra  vez.  No  han  encontrado  el  Anillo.  No  han  conseguido  tampoco
      llevarse a algún hobbit como rehén. Esto solo hubiese sido para nosotros un duro
      revés,  quizá  fatal.  Pero  no  confundamos  nuestros  corazones  imaginando  cómo
      pondrían a prueba la gentil lealtad de los hobbits allá en la Torre Oscura. Pues el
      enemigo ha fracasado, hasta ahora, y gracias a Saruman.
        —¿Entonces Saruman no es un traidor? —preguntó Gimli.
        —Sí, lo es —dijo Gandalf—. Por partida doble. ¿Y no es raro? Nada de lo que
      hemos soportado en los últimos tiempos nos pareció tan doloroso como la traición
      de Isengard. Aun reconocido sólo como señor y capitán, Saruman se ha hecho
      muy poderoso. Amenaza a los Hombres de Rohan e impide que ayuden a Minas
      Tirith en el momento mismo en que el ataque principal se acerca desde el Este.
      No obstante un arma traidora es siempre un peligro para la mano. Saruman tiene
      también la intención de apoderarse del Anillo por su propia cuenta, o al menos
      atrapar  a  algunos  hobbits  para  llevar  a  cabo  sus  malvados  propósitos.  De  ese
      modo nuestros enemigos sólo consiguieron arrastrar a Merry y Pippin con una
      rapidez asombrosa y en un abrir y cerrar de ojos hasta Fangorn, ¡a donde de otro
      modo ellos nunca hubieran ido!
        » A la vez han alimentado en ellos mismos nuevas dudas y han perturbado sus
      propios  planes.  Ninguna  noticia  de  la  batalla  llegará  a  Mordor,  gracias  a  los
      Jinetes  de  Rohan,  pero  el  Señor  Oscuro  sabe  que  dos  hobbits  fueron  tomados
      prisioneros en Emyn Muil y llevados a Isengard contra la voluntad de sus propios
      servidores. Ahora él teme a Isengard tanto como a Minas Tirith. Si Minas Tirith
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