Page 539 - El Señor de los Anillos
P. 539

huellas, huellas muy extrañas que no entiendo. Me pregunto si desde esta cornisa
      podríamos ver algo que nos ayudara a saber a dónde han ido.
        Se enderezó y miró alrededor, pero no vio nada de provecho. La cornisa daba
      al sur y al este, pero la perspectiva era amplia sólo en el este. Allí se veían las
      copas de los árboles que descendían en filas apretadas hacia la llanura por donde
      habían venido.
        —Hemos  dado  un  largo  rodeo  —dijo  Legolas—.  Podíamos  haber  llegado
      aquí todos juntos y sanos y salvos si hubiéramos dejado el Río Grande el segundo
      o tercer día para ir hacia el oeste. Raros son aquellos capaces de prever a dónde
      los llevará el camino, antes de llegar.
        —Pero no deseábamos venir a Fangorn —señaló Gimli.
        —Sin embargo aquí estamos; y hemos caído limpiamente en la red —dijo
      Legolas—. ¡Mira!
        —¿Mira qué? —preguntó Gimli.
        —Allí en los árboles.
        —¿Dónde? No tengo ojos de elfo.
        —¡Cuidado, habla más bajo! —dijo Legolas apuntando—. Allá abajo en el
      bosque, en el camino por donde hemos venido. ¿No lo ves, pasando de árbol en
      árbol?
        —¡Lo veo, ahora lo veo! —siseó Gimli—. ¡Mira, Aragorn! ¿No te lo advertí?
      Todo en andrajos grises y sucios: por eso no pude verlo al principio.
        Aragorn miró y vio una figura inclinada que se movía lentamente. No estaba
      muy lejos. Parecía un viejo mendigo, que caminaba con dificultad, apoyándose
      en  una  vara  tosca.  Iba  cabizbajo  y  no  miraba  hacia  ellos.  En  otras  tierras  lo
      hubieran  saludado  con  palabras  amables:  pero  ahora  lo  miraban  en  silencio,
      inmóviles, dominados todos por una rara expectativa; algo se acercaba trayendo
      un secreto poder, o una amenaza.
        Gimli  observó  un  rato  con  los  ojos  muy  abiertos,  mientras  la  figura  se
      acercaba paso a paso. De pronto estalló, incapaz ya de dominarse.
        —¡Tu arco, Legolas! ¡Tiéndelo! ¡Prepárate! Es Saruman. ¡No permitas que
      hable, o que nos eche un encantamiento! ¡Tira primero!
        Legolas tendió el arco y se dispuso a tirar, lentamente, como si otra voluntad
      se le resistiese. Tenía una flecha en la mano y no la ponía en la cuerda. Aragorn
      callaba, el rostro atento y vigilante.
        —¿Qué esperas? ¿Qué te pasa? —dijo Gimli en un murmullo sibilante.
        —Legolas tiene razón —dijo Aragorn con tranquilidad—. No podemos tirar
      así sobre un viejo, de improviso y sin provocación, aun dominados por el miedo
      y la duda. ¡Mira y espera!
      En ese momento el viejo aceleró el paso y llegó con sorprendente rapidez al pie
      de la pared rocosa. Entonces de pronto alzó los ojos, mientras los otros esperaban
   534   535   536   537   538   539   540   541   542   543   544