Page 543 - El Señor de los Anillos
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—No puedo decirlo. Ha escapado a un peligro grande, pero otros muchos le
      aguardan aún. Ha resuelto ir solo a Mordor y ya se ha puesto en camino; eso es
      todo lo que puedo decir.
        —No solo —dijo Legolas—. Creemos que Sam lo acompaña.
        —¿Sam?  —dijo  Gandalf,  y  una  luz  le  pasó  por  los  ojos  y  una  sonrisa  le
      iluminó  la  cara—.  ¿Sam,  de  veras?  No  sabía  nada  y  sin  embargo  no  me
      sorprende. ¡Bien! ¡Muy bien! Me sacáis un peso del corazón. Tenéis que decirme
      más. Ahora sentaos junto a mí y contadme la historia de vuestro viaje.
      Los compañeros se sentaron en el suelo a los pies de Gandalf, y Aragorn contó la
      historia. Durante un tiempo Gandalf no dijo nada y no hizo preguntas. Tenía las
      manos extendidas sobre las rodillas y los ojos cerrados. Al fin, cuando Aragorn
      habló de la muerte de Boromir y de la última jornada por el Río Grande, el viejo
      suspiró.
        —No has dicho todo lo que sabes o sospechas, Aragorn, amigo mío —dijo
      serenamente—.  ¡Pobre  Boromir!  No  pude  ver  qué  le  ocurrió.  Fue  una  dura
      prueba para un hombre como él, un guerrero y señor de los hombres. Galadriel
      me dijo que estaba en peligro. Pero consiguió escapar de algún modo. Me alegro.
      No  fue  en  vano  que  los  hobbits  jóvenes  vinieran  con  nosotros,  al  menos  para
      Boromir. Pero no fue éste el único papel que les tocó desempeñar. Los trajeron a
      Fangorn  y  la  llegada  de  ellos  fue  como  la  caída  de  unas  piedrecitas  que
      desencadenan  un  alud  en  las  montañas.  Aun  desde  aquí,  mientras  hablamos,
      alcanzo a oír los primeros ruidos. ¡Será bueno para Saruman no estar demasiado
      lejos cuando el dique se rompa!
        —En una cosa no has cambiado, querido amigo —dijo Aragorn—, todavía
      hablas en enigmas.
        —¿Qué? ¿En enigmas? —dijo Gandalf—. ¡No! Pues estaba pensando en voz
      alta.  Una  costumbre  de  la  gente  vieja:  eligen  siempre  el  más  enterado  de  los
      presentes cuando llega el momento de hablar; las explicaciones que necesitan los
      jóvenes son largas y fatigosas.
        Se rió, pero la risa era ahora cálida y amable como un rayo de sol.
        —Yo ya no soy joven, ni siquiera en las estimaciones de los Hombres de las
      Casas Antiguas —dijo Aragorn—. ¿No quieres hablarme más claramente?
        —¿Qué podría decir? —preguntó Gandalf, e hizo una pausa, reflexionando—.
      He aquí en resumen de cómo veo las cosas en la actualidad, si deseáis conocer
      con  la  mayor  claridad  posible  una  parte  de  mi  pensamiento.  El  enemigo,  por
      supuesto, sabe desde hace tiempo que el Anillo está en viaje y que lo lleva un
      hobbit.  Sabe  también  cuántos  éramos  en  la  Compañía  cuando  salimos  de
      Rivendel  y  la  especie  de  cada  uno  de  nosotros.  Pero  aún  no  ha  entendido
      claramente nuestro propósito. Supone que todos íbamos a Minas Tirith, pues eso
      es lo que él hubiera hecho en nuestro lugar. Y de acuerdo con lo que él piensa, el
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