Page 592 - El Señor de los Anillos
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—No sé —respondió Aragorn—. La última vez que lo vi estaba peleando
detrás del muro, pero la acometida nos separó.
—¡Ay! Estas son malas noticias —dijo Legolas.
—Gimli es fuerte y valeroso —dijo Aragorn—. Esperemos que vuelva sano
y salvo a las cavernas. Allí, por algún tiempo, estará seguro. Más que nosotros.
Un refugio de esa naturaleza es el ideal de un enano.
—Eso es lo que espero —dijo Legolas—. Pero me gustaría que hubiera
venido por aquí. Quería decirle a maese Gimli que mi cuenta asciende ahora a
treinta y nueve.
—Si consigue llegar a las cavernas volverá a sobrepasarte —dijo Aragorn
riendo—. Nunca vi un hacha en manos tan hábiles.
—Necesito ir en busca de algunas flechas —dijo Legolas—. Quisiera que la
noche terminase de una vez, así tendría mejor luz para tomar puntería.
Aragorn entró en la ciudadela. Allí se enteró consternado de que Eomer no había
regresado a Cuernavilla.
—No, no ha vuelto al Peñón —dijo uno de los hombres del Folde Oeste—.
Cuando lo vi por última vez estaba reuniendo hombres y combatiendo a la
entrada del Abismo. Gamelin lo acompañaba y también el enano; pero no pude
acercarme a ellos.
Aragorn cruzó a grandes trancos el patio interior, y subió a una cámara alta
de la torre. Allí, una silueta sombría recortada contra una ventana angosta, estaba
el rey, mirando hacia el valle.
—¿Qué hay de nuevo, Aragorn? —preguntó.
—Se han apoderado del Muro del Bajo, señor, y han barrido a los defensores;
pero muchos han venido a refugiarse aquí, en el Peñón.
—¿Está Eomer aquí?
—No, señor. Pero muchos de vuestros hombres se replegaron en el Abismo;
y algunos dicen que Eomer estaba entre ellos. Allí, en los desfiladeros, podrían
contener el avance del enemigo y llegar a las cavernas. Qué esperanzas de
salvarse tendrán entonces, no lo sé.
—Más que nosotros. Provisiones en abundancia, según dicen. Y allí el aire es
puro gracias a las grietas en lo alto de las paredes de roca. Nadie puede entrar
por la fuerza contra hombres decididos. Podrán resistir mucho tiempo.
—Pero los orcos han traído una brujería desde Orthanc —dijo Aragorn—.
Tienen un fuego que despedaza las rocas y con él tomaron el Muro. Si no llegan a
entrar en las cavernas, podrían encerrar allí a los ocupantes. Pero ahora hemos
de concentrar todos nuestros pensamientos en la defensa.
—Me muero de impaciencia en esta prisión —dijo Théoden—. Si hubiera
podido empuñar una lanza, cabalgando al frente de mis hombres, habría sentido
quizás otra vez la alegría del combate, terminando así mis días. Pero de poco