Page 13 - Conscientes y atentos
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S Un pequeño cambio


                      Como se acercaba la Pascua judía, Jesús subió a Jerusa-
                      lén. Encontró en el recinto del templo a los vendedores
                      de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados.
                      Se hizo un látigo de cuerdas y expulsó del templo ovejas
                      y bueyes; esparció las monedas de los cambistas y volcó
                  Muestra gratuita
                      las mesas; a los que vendían palomas les dijo: “Quitad
                      eso de aquí y no convirtáis la casa de mi Padre en un
                      mercado”. Los discípulos se acordaron de aquel texto:
                      “el celo por tu casa me devora”. Los judíos le dijeron:
                      “¿Qué señal nos presentas para actuar de ese modo?”.
                      Jesús les contestó: “Derribad este templo y en tres días
                      lo reconstruiré”. Replicaron los judíos: “Cuarenta y seis
                      años ha llevado la reconstrucción de este templo, ¿y tú
                      lo reconstruyes en tres días”. Pero él se refería al templo
                      de su cuerpo. Cuando resucitó de la muerte, recordaron
                      los discípulos que había dicho eso y creyeron en la Escri-
                      tura y en las palabras de Jesús.
                                                            (Jn 2,13-22)

                   Cuando Jesús entró en el templo en Jerusalén antes
                 de la Pascua, la gran fiesta de la fe judía, es probable que
                 buscara, como era su costumbre, un lugar tranquilo para
                 orar. En todos los Evangelios se hace referencia a los fre-
                 cuentes momentos de oración de Jesús, sobre todo antes
                 o después de hechos de gran significado o importancia.
                 En esos momentos, Jesús se separaba de sus discípulos y
                 de las personas que lo rodeaban pidiéndole ayuda y cu-
                 ración para conectar su corazón y su mente con Dios, re-
                 afirmando así esa relación vivificante. Se retiraba a luga-
                 res  desiertos  o  hacía  salidas  en  barco  por  el  mar  de
                 Galilea; como en la ciudad no podía encontrar esas opor-
                 tunidades, se vio obligado a ir al templo. Sabia decisión,
                 ya que era en el templo donde la gente oraba y hacía sus
                 sacrificios a Dios por sus pecados. Pero era el tiempo de
                 la Pascua, y el templo estaba lleno de gente.
                   Los historiadores han estimado que la población de Je-
                 rusalén aumentaba de alrededor de cincuenta mil o sesen-

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