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Sin duda, se trata de un colchón orgónico, idéntico a los diseñados por Wilhen Reich y usados por nosotros
actualmente. A pesar del flujo constante de turistas y toda clase de excavadores, quedan restos. Nadie me había aclarado
con algún sentido lógico estos misterios, pero la mayor parte de las respuestas las obtuve del hijo de un ingeniero que vivió
en México treinta años. El Ingeniero en Electricidad y Electromecánica, Alberto Müller -y llevando la delantera por varias
décadas a sus colegas modernos- hizo un completísimo estudio del complejo de Teotihuacán, al que dedujo como una
gran "usina climatoeléctrica", es decir, que aprovecha las condiciones meteorológicas y el magnetismo del planeta para
producir y acumular electricidad.
Una vez que consiguió reunir -tras veinte años de recorrer el
complejo casi a diario- toda la información de medidas y distribución
de los edificios, munido de infinidad de anotaciones, fotos y planos,
construyó en 1947 una maqueta de quince metros de largo utilizando
una argamasa de caliza y arena del mismo lugar. Le hizo una fina
cubierta de cobre a las pirámides y otros edificios de su maqueta, en
los sitios equivalentes donde encontraba a menudo en sus recorridos,
vestigios de ese metal en estado bastante puro o mezclado con
estaño. Completó la maqueta siguiendo un diseño teórico de una
central de aprovechamiento del electromagnetismo natural, cuyas
bases dejó Nicolas Tesla y el perfeccionó, utilizando unos finos hilos
de cobre para el contacto entre las partes, así como condensadores
en algunas de las supuestas "cámaras funerarias" y "altares". El
resultado fue en principio un fracaso; no pasó nada. Algo faltaba,
aunque en teoría debía funcionar. Como no quería hacer demasiadas
modificaciones y lograr que funcionase finalmente bajo un modelo
que no tendría relación con lo existente en el terreno, comenzó a
buscar más datos en diversas bibliotecas del país.
En algunas semanas encontró varios dibujos en libros antiguos,
donde las disposiciones de algunas partes de la pirámide del Sol eran
diferentes. En realidad, nada muy importante para su obra física
comparativa de Complejo Electrogenerador, pero lamentable desde el
punto de vista arqueológico, pues resulta que entre 1905 y 1910 se
hicieron restauraciones arbitrarias, con escaleras donde no existían,
con "pozos peligrosos" que se taparon y otras barbaridades
comparadas con las Howard Vyse en Egipto. Si Vyse se destacó por
perforar y dinamitar, estos lo hicieron por taponar y construir mal.
Pero Alberto Müller solicitó a la Biblioteca Nacional que se le
facilitara una relación completa de toda la información arqueológica
de Teotihuacán y consiguió mediante ese pedido el documento que resolvería, tras meses de estudio de unos 5.000 folios,
la respuesta que buscaba. Resulta que el primer obispo de México, el franciscano Fray Juan de Zumárraga (1476-1548),
siendo hombre muy humanitario era menos piadoso con las reliquias históricas.
Mandó a despedazar y quitar lo que había encima del remate de la Pirámide del Sol, que era un monolito "de tres brazas
grandes en largo, otra en ancho y otra en grosor". O sea de 5,5 metros de alto, por 1,83 de ancho y otro tanto de espesor,
con un volumen de 22 metros cúbicos y un peso de cerca de cien toneladas. Como se trata de una medida "a ojo", pudo