Page 36 - Diálogos Psicoanálisis Número 1
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Estos jóvenes han crecido de la mano de un ordenador, que lejos de ser ordenado pareciera que les ordena. Los
padres están ausentes, sin asumir responsabilidades frente a lo que ven todos los días. Culpabilizan a todos
alrededor de lo que les ocurre a sus hijos, o culpabilizan a los hijos de su ―defectuoso‖ armazón de vida. Los
padres también son presa del espejismo de la felicidad como punto final de un viaje lineal, que de hecho
transmiten a los hijos como una obligación de viaje, no como una consecuencia responsable de colocación
subjetiva.
En el camino, solo preparan a sus hijos para
enfrentarse a un mundo sórdido que siempre lo ha
sido, a través de saber más de lo que se pueda;
mientras más conocimiento de todo, mientras más
tecnológico y menos humano sea es mejor.
Pareciera de pronto que los humanos tienen
rechazo a ser humanos, o que tienen un rechazo a
lo que los hace ser humanos, pero que en la medida
en que más lo rechazan, más se vuelve esa
humanidad contra ellos. En tanto la tecnología se
convierte en opción absoluta, hay menos
posibilidad de la palabra. Todo el tiempo se camina
en el imaginario que los elementos tecnológicos
como los videojuegos o las redes sociales promueven. En esos espacios son como quisieran ser o como se
espera de ellos que sean. Alcanzar lo que se supone que deben alcanzar es posible. No existe la falta aunque
realmente existe.
Más saber y menos sentir, como la certeza del avatar dentro de los videojuegos. Movido por una fuerza extraña
que no saben de donde viene pero que no importa; caminando de un lado a otro en busca del botón que habrá
de tocarse para obtener el paso al siguiente nivel que les dará satisfacción. Sin cuestionarse, sin emocionarse,
sin sentir, sin vivir. Manteniendo la esperanza de que al llegar al final del juego haya algo que sentir. Sin
embargo, el juego avanza, se termina, se inicia otro, se termina y la esperanza comienza por convertirse en lo
que realmente es, un engaño de algo que jamás habrá de realizarse porque no hay todo.
Los niños que antes jugaban, preguntaban, exploraban, buscaban, hoy no pueden hacerlo. Deben estar
dedicados a aprender automáticamente, a obedecer sin cuestionar, a hacer sin preguntar. Si no lo hacen de esa
manera están mal, están enfermos. Los padres de esos niños, no se cuestionan porqué los quieren quietos,
aprendiendo, obedientes y dedicados. Quieren a niños perfectos, ellos creen que eso es que sean perfectos.
Entonces de pronto imagino como si los niños se metieran en un videojuego, en el que todo está definido, todo
tiene una respuesta, todo tiene un premio y siempre hay un mundo al que se debe llegar bajo ciertas
circunstancias y que hay un destino final que en el mundo de la realidad es la felicidad definitiva.
Los niños en su realidad, viven como en esos juegos; van buscando estación en estación, árbol en árbol y se
están moviendo todo el tiempo, sin dejar espacio a nada. Buscando distraerse todo el tiempo, buscando el
camino del final que no saben que tiene. Cuando no están en el videojuego, los niños son inundados de
juguetes que no les permiten concentrarse en ninguno de ellos. Toman uno, no es posible ni siquiera terminar
de verlo e inmediatamente cambian al otro. Pronto se encuentran aburridos de todo.
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