Page 80 - Diálogos Psicoanálisis Número 1
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El horror ya estaba ahí, elocuente pero ignorado, en el arte. Lo que faltó, quizá, fue una mirada que lo decodifi-
cara como tal horror. Una mirada imposible, sin embargo, porque la mirada sobre el arte es retrospectiva,
mientras que la mirada del arte, como podría postular, es introspectiva. En 1920, Robert Wiene estrenó El
gabinete del doctor Caligari y en 1922, F.W. Murnau hacía lo propio con Nosferatu. Paul Wegener presenta, en
1920, la que quizá sería la película más representativa de esta vanguardia cinematográfica conocida como
expresionismo alemán. Se trata de El Gólem. No son los únicos filmes producto de esta vanguardia, pero tienen
en común que exploran la figura del monstruo como metáfora del ello: lo ominoso, lo siniestro, lo unheimlich.
¿Y qué es lo ominoso o siniestro? En un famoso ensayo de 1919, Das Unheimliche, Freud nos dice de lo
ominoso, como una primera aproximación, que ―(…) unheimlich es todo lo que, estando destinado a
permanecer en secreto, en lo oculto, ha salido a la luz‖. (Freud, 1919, p. 225). Por el momento, lo que nos
interesa de este trabajo de Freud son todos los ―artificios para producir efectos ominosos‖ y que Freud rastrea
magistralmente en el cuento ―El hombre de la arena‖ de E.T.A. Hoffmann. Según esto, lo siniestro sería todo
aquello que, habiendo sido parte de lo cotidiano, de lo familiar, un día empieza a producir angustia de manera
desbordada. La siguiente cita aclarará mayormente el punto: ―Se tiene un efecto ominoso cuando se
borran los límites entre fantasía y realidad, cuando aparece frente a nosotros como
real algo que habíamos tenido por fantástico, cuando un símbolo asume la plena
operación y el significado de lo simbolizado (…)‖ (Freud, 1919, p. 244.)
En los filmes aludidos es común la presencia de lo
monstruoso como algo que no es ajeno sino que de alguna
manera nos pertenece y lo hemos creado. Es, en resumidas
cuentas, los totalitarismos que asolaron la Europa de las
décadas siguientes, nazismo y fascismo.
III. Inmadurez
Retomemos algo de lo expresado hasta ahora: La obra de arte
condensa el espíritu de una época. Así, Las Meninas condensa
el espíritu de la modernidad y su episteme; el cine del
expresionismo alemán condensa el espíritu del siglo XX en la
figura del monstruo, trasunto de los totalitarismos de la
década de los 30 y los 40. Si esto es así, podrá ser solo
apreciado en retrospectiva, como he querido demostrar con un
par de ejemplos. Ahora bien, dada la premisa anterior, podríamos preguntarnos si se puede hacer un ejercicio
no de retrospectiva sino de prospectiva para el arte del siglo XXI. Dicho de otra manera, ¿habrá hoy en día una
película que condense el espíritu del siglo XXI y que nos haga adivinar de alguna manera lo que podría
esperarnos en el terreno de la política en los años por venir? Para responder, será preciso primero arriesgar
una nueva hipótesis, de la mano de Francesco M. Cataluccio en su libro Inmadurez, que nos haga concebir que,
al menos desde un cierto punto de vista, el espíritu del siglo XXI está en riesgo de sucumbir ante regímenes
totalitarios. Desde luego, en cierta medida se puede decir que ya se barruntan los primeros atisbos de un giro
hacia la barbarie: Bolsonaro en Brasil, Trump en EEUU, Brexit, encarcelamiento de Lula…
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