Page 111 - Dune
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—Dama Jessica —dijo Leto, y sintió como el furor le consumía por dentro—.
           ¿No has podido arrancarle la verdad a ese Pardee?
               —Desafortunadamente,  Pardee  ya  no  estaba  entre  los  vivos  cuando  logramos

           interceptar el correo. Y el correo, estoy seguro de ello, no sabía lo que llevaba.
               —Comprendo.
               Leto agitó la cabeza, pensando: Qué rastrera maniobra. No puede haber nada de

           verdad en ella. Conozco a mi mujer.
               —Mi Señor, si…
               —¡No! —gritó el Duque—. Hay un error en todo esto…

               —No podemos ignorarlo, mi Señor.
               —¡Está  conmigo  desde  hace  dieciséis  años!  Ha  tenido  innumerables
           oportunidades para… ¡Tú mismo investigaste la escuela y a ella!

               —Hay cosas que pueden escapárseme —dijo Hawat amargamente.
               —¡Es imposible, te digo! Los Harkonnen quieren destruir toda la estirpe de los

           Atreides… incluido Paul. Ya lo han intentado una vez. ¿Puede una mujer conspirar
           contra su propio hijo?
               —Quizá no conspire contra su hijo. Y el atentado de ayer podría haber sido un
           sutil acto diversivo.

               —No era ningún acto diversivo.
               —Señor, se supone que ella no conoce nada de su ascendencia, pero, ¿y si alguna

           vez lo supiera? ¿Y si ella fuera huérfana, digamos, por causa de los Atreides?
               —Hubiera actuado hace ya mucho tiempo. Veneno en mi bebida… un puñal en la
           noche. ¿Quién hubiera tenido mejores oportunidades?
               —Los  Harkonnen  quieren  destruiros  a  vos,  mi  Señor.  Sus  intenciones  no  son

           solamente matar. Existe toda una gama de sutiles distinciones en el kanly. Esta podría
           ser una obra de arte entre todas las venganzas.

               Los hombros del Duque se curvaron. Cerró los ojos, y se le vio viejo y cansado.
           No puede ser, pensó. Esa mujer me ha abierto su corazón.
               —¿Hay otro modo mejor de destruir que sembrar las sospechas hacia la mujer
           que uno ama? —preguntó.

               —Una  interpretación  que  también  he  considerado  —dijo  Hawat—.  Sin
           embargo…

               El  Duque  abrió  los  ojos,  miró  a  Hawat  y  pensó:  Déjale  que  sospeche.  La
           sospecha es su trabajo, no el mío. Quizá, si doy la impresión de creer en todo esto,
           alguien cometa una imprudencia.

               —¿Qué es lo que sugieres? —susurró el Duque.
               —Por el momento, una vigilancia constante, mi Señor. No hay que perderla de
           vista ni un solo momento. Me ocuparé personalmente de que se haga con discreción.

           Idaho  sería  la  persona  ideal  para  este  trabajo:  quizá  en  una  o  dos  semanas  pueda




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