Page 116 - Dune
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residuos de la especia como materia prima para fabricar película virgen?
—¿Señor?
—No podemos hacer menos que esto —dijo el Duque—. De otro modo, ¿cómo
podríamos inundar los pueblos y las ciudades con nuestras informaciones? La gente
debe saber lo bien que la gobierno. ¿Y cómo puede saberlo si nosotros no se lo
decimos?
—Deberías descansar un poco —dijo Paul.
El Duque miró de nuevo a su hijo.
—Había olvidado mencionarte otra gran ventaja de Arrakis. La especia está aquí
por todos lados. Uno la come y la bebe en cualquier cosa. Y he descubierto que esto
confiere cierta inmunidad natural contra algunos de los venenos más comunes del
Manual de Asesinos. Y la necesidad de controlar la menor gota de agua hace que toda
la producción alimenticia, grasas, hidropónicas, alimentos químicos, todo, sea
estrechamente controlado. Nosotros no podemos eliminar una parte de la población
valiéndonos del veneno, pero es igualmente imposible atacarnos del mismo modo.
Arrakis nos obliga a ser morales y éticos.
Paul fue a hablar, pero el Duque le interrumpió:
—Tengo que decirle todo esto a alguien, hijo. —Suspiró, mirando de nuevo el
árido paisaje, donde incluso las flores habían desaparecido, pisoteadas por los
recolectores de rocío y quemadas por el sol—. En Caladan, teníamos con nosotros el
poder del mar y del cielo —dijo—. Aquí, debemos obtener el poder del desierto. Esta
es tu herencia, Paul. ¿Qué será de ti si a mí me ocurre algo? No tendrás una Casa
renegada, sino una Casa de guerrilleros… perseguida, cazada.
Paul buscó palabras para responder, pero no encontró ninguna. Jamás había visto
a su padre tan abatido.
—Para conservar Arrakis —dijo el Duque—, uno ha de enfrentarse con
decisiones que pueden costar el respeto hacia uno mismo. —Señaló fuera de la
ventana, hacia el estandarte verde y negro de los Atreides que colgaba fláccidamente
de un mástil, al borde del campo de aterrizaje—. Esta honorable bandera puede que
algún día simbolice muchas cosas malditas.
Paul tenía la garganta seca. Las palabras de su padre le parecían fútiles, llenas de
un fatalismo que causaba en el muchacho una sensación de vacío en el pecho.
El Duque tomó una tableta antifatiga de un bolsillo y la tragó sin ayuda de ningún
líquido.
—Poder y miedo —dijo—. Los instrumentos de gobierno. Daré órdenes de que se
intensifique tu entrenamiento para la guerrilla. Ese filmclip… te llaman «Mahdi»…
«Lisan al-Gaib»… como último recurso, podrías utilizar incluso esto.
Paul miró fijamente a su padre, observando que sus hombros se erguían a medida
que la tableta iba haciendo efecto, pero recordando las palabras de duda y temor que
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