Page 120 - Dune
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—Como prefiráis —dijo el Duque. Miró hacia Paul—. Hijo, este es el Arbitro del
Cambio, el juez de las disputas, el hombre que tiene la misión de procurar que sean
cumplidas todas las formalidades en nuestra toma de posesión sobre este feudo. —
Miró de nuevo a Kynes—. Este es mi hijo.
—Mi Señor —dijo Kynes.
—¿Sois un Fremen? —preguntó Paul.
Kynes sonrió.
—Soy aceptado tanto en el sietch como en el poblado, joven amo. Pero estoy al
servicio de Su Majestad: soy el Planetólogo Imperial.
Paul asintió, impresionado por la apariencia de fuerza que emanaba de aquel
hombre. Halleck le había señalado a Kynes desde una de las ventanas superiores del
edificio administrativo:
—Ese hombre que está parado allá, con la escolta Fremen… el que ahora se
dirige hacia el ornitóptero.
Paul había examinado brevemente a Kynes con los binoculares, observando la
boca delgada y recta, la frente alta. Halleck le había susurrado al oído:
—Un tipo extraño. Habla de un modo preciso: claramente, sin ambigüedades,
como cortando las palabras con una navaja.
Y el Duque, tras ellos, había añadido:
—Un tipo científico.
Ahora, a pocos pasos del hombre, Paul sentía la fuerza que emanaba de Kynes, el
impacto de su personalidad, como si fuera un hombre de sangre real, nacido para
mandar.
—Creo que debemos daros las gracias por los destiltrajes y las capas jubba —dijo
el Duque.
—Espero que os vayan bien, mi Señor —dijo Kynes—. Son obra de los Fremen,
y han intentado respetar tanto como han podido las dimensiones facilitadas por
vuestro hombre Halleck aquí presente.
—Según tengo entendido, habéis dicho que no podríais llevarnos hasta el desierto
si no usábamos esta vestimenta —dijo el Duque—. Nosotros podemos llevar gran
cantidad de agua. No tenemos intención de permanecer fuera mucho tiempo, y
además tendremos una cobertura aérea… la escolta que estáis viendo en estos
momentos encima de nosotros. Es poco probable que nos veamos obligados a
aterrizar.
Kynes le miró fijamente, estudiando la carne rica en agua de aquel hombre. Habló
fríamente.
—Nunca habléis de probabilidades en Arrakis. Hablad tan sólo de posibilidades.
Halleck se tenso.
—¡Dirigios al Duque como mi Señor!
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