Page 124 - Dune
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Leto dio paso al flujo de energía, las alas se alzaron y bajaron una, dos veces… A
los diez metros de carrera remontaron el vuelo, con las alas estremeciéndose
ligeramente y los chorros posteriores elevándolos por el aire con un suave silbido.
—Al sudeste, por encima de la Muralla Escudo —dijo Kynes—. Allí es donde he
dicho a vuestro maestro de arena que concentrara su equipo.
—De acuerdo.
El Duque hizo elevarse el aparato hasta que se vio rodeado por todos lados por la
cobertura aérea de los otros tópteros, que se colocaron inmediatamente en formación.
—El diseño y manufactura de estos destiltrajes revela un alto grado de
sofisticación —dijo el Duque.
—Algún día os haré visitar una factoría sietch —dijo Kynes.
—Me interesará mucho —dijo el Duque—. He observado que estos trajes son
confeccionados también en algunas de las ciudades de guarnición.
—Son malas copias —dijo Kynes—. Cualquier hombre de Dune que tenga
aprecio por su piel utiliza trajes Fremen.
—¿Y mantiene su pérdida de agua en el límite de un dedal por día?
—Propiamente vestido, con la visera frontal bien apretada, todas las fijaciones en
orden, la mayor pérdida de agua se produce a través de las palmas de las manos —
dijo Kynes—. Uno puede llevar también guantes cuando no hay que realizar trabajos
delicados, pero en el desierto la mayor parte de los Fremen prefieren frotarse las
manos con el jugo de las hojas del arbusto creosota. Esto inhibe la transpiración.
El Duque miró hacia abajo, a la izquierda, hacia el quebrado paisaje de la Muralla
Escudo: vorágines de rocas torturadas, manchas amarillas y pardas marcadas por
negras grietas. Era como si alguien hubiera lanzado desde el espacio aquel inmenso
macizo, para dejarlo hundido allá para la eternidad.
Cruzaron una depresión poco profunda, donde se deslizaban largos tentáculos de
arena gris proveniente de un cañón abierto al sur. Los dedos de arena parecían correr
hacia la depresión… como un delta seco que se destacaba sobre el oscuro fondo de la
roca.
Kynes, sentado inmóvil, pensaba en toda aquella carne repleta de agua que había
sentido bajo los destiltrajes. Llevaban cinturones escudo bajo sus ropas, aturdidores
de descarga lenta a la cintura, y colgando del cuello transmisores miniatura de
emergencia. Tanto el Duque como su hijo llevaban puñales de muñeca metidos en sus
fundas, y las fundas parecían ser de buena calidad. Aquella gente sorprendía a Kynes
con su mezcla de delicadeza y de fuerza. Poseían una cualidad elusiva que los hacía
completamente distintos de los Harkonnen.
—Cuando presentéis vuestro informe sobre el cambio de gobierno al Emperador,
¿pensáis decirle que hemos observado las reglas? —preguntó Leto. Lanzó una ojeada
a Kynes, y después se concentró de nuevo en su rumbo.
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