Page 126 - Dune
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inclinándose hacia adelante.
               Paul puso su mano sobre el brazo de Halleck.
               —¡Gurney! —dijo el Duque. Se volvió a mirarle—. Este hombre ha servido largo

           tiempo a los Harkonnen.
               Halleck se sentó de nuevo.
               —Ya.

               —Vuestro hombre Hawat es muy sutil —dijo Kynes—, pero sus intenciones son
           demasiado evidentes.
               —¿Nos abriréis las bases, entonces? —preguntó el Duque.

               —Son propiedades de Su Majestad —dijo Kynes secamente.
               —Nadie las usa.
               —Podrían ser usadas.

               —¿Su Majestad es de esa opinión?
               Kynes miró duramente al Duque.

               —¡Arrakis podría ser un Edén si sus gobernantes se preocuparan de otras cosas
           además de la especia!
               No ha respondido a mi pregunta, se dijo a sí mismo el Duque. Y preguntó:
               —¿Cómo es posible que un planeta pueda convertirse en un Edén sin dinero?

               —¿De qué os sirve el dinero —preguntó a su vez Kynes— si no os procura los
           servicios de quienes necesitáis?

               ¡Oh, ya basta!, pensó el Duque. Y dijo:
               —Discutiremos esto en otra ocasión. Si no me equivoco, nos estamos acercando
           al borde de la Muralla Escudo. ¿Mantengo el mismo rumbo?
               —El mismo rumbo —murmuró Kynes.

               Paul  miró  a  través  de  su  ventanilla.  Debajo  de  ellos,  la  accidentada  pared  se
           precipitaba formando terrazas hasta una llanura de roca desnuda rematada por una

           acerada cornisa. Más allá del borde, las dunas en forma de media luna, parecidas a
           uñas, se alineaban hasta el horizonte, con manchas oscuras, aquí y allá, en la lejanía,
           señalando algo que no era arena. Floraciones rocosas tal vez. En aquel aire sofocante,
           Paul no se hubiera atrevido a asegurarlo.

               —¿Hay plantas ahí abajo? —preguntó.
               —Algunas  —dijo  Kynes—.  En  esta  latitud,  la  vida  está  representada

           principalmente por lo que nosotros llamamos pequeños ladrones de agua… plantas
           que se depredan mutuamente la humedad, absorbiendo incluso el más pequeño rastro
           de rocío. Algunas zonas del desierto hierven de vida. Pero todas estas criaturas han

           aprendido a sobrevivir a los rigores del desierto. Si vos os vierais abandonado allá
           abajo, tendríais que imitar estas formas de vida o morir.
               —¿Queréis decir robar el agua de los demás? —preguntó Paul. La idea le parecía

           ultrajante, y el temblor de su voz traicionó su emoción.




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