Page 130 - Dune
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—¿De acuerdo? Por supuesto que estoy de acuerdo, pero no será de mucha ayuda.
           La electricidad estática de las tormentas de arena enmascara la mayor parte de las
           señales. Las transmisiones quedan fuera de uso. Ya ha sido experimentado, ¿sabéis?

           Arrakis consume mucho equipo. Y si un gusano le está atacando a uno, no dispone de
           mucho tiempo. Frecuentemente, no más de quince o veinte minutos.
               —¿Qué aconsejaríais vos? —preguntó el Duque.

               —¿Pedís mi consejo?
               —Como planetólogo, sí.
               —¿Y estaríais dispuesto a seguirlo?

               —Si lo considero sensato.
               —Muy bien, mi Señor. No viajéis jamás solo.
               El Duque distrajo su atención de los mandos.

               —¿Eso es todo?
               —Eso es todo. No viajéis jamás solo.

               —¿Y qué ocurre si uno se ve separado de los demás por una tormenta y obligado
           a posarse? —preguntó Halleck—. ¿No hay nada que hacer?
               —Nada es un término que cubre mucho territorio.
               —¿Pero qué haríais vos? —preguntó Paul.

               Kynes  se  volvió  hacia  el  muchacho,  mirándole  fríamente,  y  luego  volvió  de
           nuevo su atención al Duque.

               —Ante todo, intentaría proteger la integridad de mi destiltraje. Si me encontrase
           entre  las  rocas,  en  una  zona  no  batida  por  los  gusanos,  permanecería  junto  al
           vehículo. Pero si me encontrara en la arena, en una zona abierta, me alejaría de la
           nave  lo  más  rápidamente  posible.  Unos  mil  metros  sería  suficiente.  Después  me

           escondería bajo mi ropa. El gusano tendría mi aparato, pero no me tendría a mí.
               —¿Y después? —preguntó Halleck.

               Kynes se alzó de hombros.
               —Esperaría a que el gusano se marchara.
               —¿Eso es todo? —preguntó Paul.
               —Cuando el gusano se ha alejado, uno puede intentar salvarse caminando —dijo

           Kynes—.  Hay  que  caminar  pausadamente,  evitando  los  tambores  de  arena,  las
           depresiones de marea, y dirigirse directamente hacia la zona rocosa más cercana. Hay

           muchas de estas zonas. Es posible conseguirlo.
               —¿Los tambores de arena? —preguntó Halleck.
               —Es un efecto de la compresión de la arena —dijo Kynes—. Incluso los pasos

           más ligeros la hacen retumbar. Y los gusanos acuden de todas partes.
               —¿Y las depresiones de marea? —preguntó el Duque.
               —Algunas  depresiones  del  desierto  se  han  ido  llenando  a  través  de  los  siglos

           hasta quedar completamente repletas de arena. Algunas son tan amplias que en su




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