Page 131 - Dune
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interior se producen corrientes y mareas. Se tragan a todo aquel que se adentra en
           ellas.
               Halleck se echó hacia atrás, tomó su baliset y lo pulsó. Cantó:



               Bestias salvajes del desierto cazan aquí,

               Acechando al inocente a su paso.
               Oh-h-h, no tentéis a los dioses del desierto.
               No queráis dejar vuestro solitario epitafio.

               Los peligros del…



               Se interrumpió y se inclinó hacia adelante:
               —Una nube de polvo ante nosotros, Señor.

               —La he visto, Gurney.
               —Es lo que estamos buscando —dijo Kynes.
               Paul  se  alzó  en  su  asiento,  aguzando  los  ojos,  y  vio  una  nube  amarillenta  que
           giraba sobre la superficie del desierto, a unos treinta kilómetros delante de ellos.

               —Es uno de vuestros tractores factoría —dijo Kynes—. Está en el suelo, lo cual
           quiere decir que trabaja en la especia. La nube es arena que es expulsada después de

           ser centrifugada para extraer la especia. No hay ninguna otra nube que se asemeje a
           ésta.
               —Hay algo volando encima de ella —dijo el Duque.
               —Veo  dos…  tres…  cuatro  rastreadores  —dijo  Kynes—.  Vigilan  por  si  hay

           señales de gusanos.
               —¿Señales de gusanos? —preguntó el Duque.

               —Al avanzar hacia el tractor, el gusano crea una ondulación en la arena. Pero en
           ocasiones se desplaza a bastante profundidad, de modo que la ondulación es invisible,
           y por eso los rastreadores van provistos también de sondas sísmicas. —Kynes escrutó

           el cielo—. Tendría que haber un ala de acarreo por ahí cerca, pero no la veo.
               —El gusano siempre termina llegando, ¿no? —preguntó Halleck.
               —Siempre.

               Paul se inclinó, tocando el hombro de Kynes.
               —¿Cuánto territorio suele cubrir cada gusano?
               Kynes frunció las cejas. El muchacho no dejaba de hacer preguntas de adulto.

               —Depende del tamaño del gusano.
               —¿En qué proporción? —preguntó el Duque.
               —Los más grandes pueden controlar hasta trescientos, cuatrocientos kilómetros

           cuadrados.  Los  más  pequeños…  —se  interrumpió,  mientras  el  Duque  conectaba
           bruscamente  los  chorros  de  freno.  El  aparato  cabrioleó,  los  chorros  de  cola  se
           apagaron, las alas se distendieron al máximo y comenzaron a batir el aire. El aparato




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