Page 158 - Dune
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—Quien provoca a un Atreides lo hace bajo su cuenta y riesgo —dijo Kynes.
               —¿Es  costumbre  de  los  Atreides  insultar  a  sus  invitados?  —preguntó  el
           banquero.

               Antes de que Paul pudiera responder, Jessica se inclinó hacia adelante y dijo:
               —¡Señor!  —y  pensó:  Tenemos  que  conocer  el  juego  de  esa  criatura  de  los
           Harkonnen. ¿Está aquí para provocar a Paul? ¿Dispone de alguna ayuda?—. Mi

           hijo ha hablado en términos generales. ¿Acaso os reconocéis en ellos? —preguntó—.
           ¡Una fascinante revelación! —Deslizó su mano hacia el crys que llevaba enfundado
           en la pantorrilla.

               El  banquero  dirigió  a  Jessica  una  feroz  mirada.  Los  ojos  estaban  centrados  en
           Paul, que a su vez se había echado hacia atrás apartándose ligeramente de la mesa y
           preparándose para la acción. Su mente estaba enfocada en una palabra clave de su

           madre: términos. «Preparado para violencia».
               Kynes dirigió una especulativa mirada hacia Jessica e hizo una sutil seña con la

           mano a Tuek.
               El contrabandista saltó en pie, levantando la jarra.
               —Quiero  proponer  un  brindis  —dijo—.  Para  el  joven  Paul  Atreides;  un
           muchacho aún por su aspecto, pero un hombre por sus actos.

               ¿Por qué se inmiscuyen?, se preguntó a sí misma Jessica.
               El  banquero  miraba  ahora  a  Kynes,  y  Jessica  vio  el  terror  volver  de  nuevo  al

           rostro del agente.
               Los demás invitados comenzaron a reaccionar alrededor de la mesa.
               Cuando Kynes ordena, la gente obedece, pensó Jessica. Acaba de decirnos que
           está del lado de Paul. ¿Cuál es el secreto de su poder? No puede ser porque sea el

           Arbitro  del  Cambio.  Esto  es  temporal.  Y  ciertamente  tampoco  es  porque  esté  al
           servicio directo del Emperador.

               Retiró su mano de la funda del crys y alzó su jarra hacia Kynes, que le devolvió el
           gesto.
               Sólo Paul y el banquero (¡Suu-Suu! ¡Vaya sobrenombre idiota!,  pensó  Jessica)
           permanecían con las manos vacías. La atención del banquero estaba fija en Kynes.

           Paul miraba su plato.
               Llevaba  las  cosas  correctamente,  pensó  Paul.  ¿Por  qué  han  interferido?  Miró

           subrepticiamente  a  los  invitados  que  estaban  más  cerca  de  él.  ¿Preparado  para
           violencia? ¿Por parte de quién? Ciertamente, no de ese banquero.
               Halleck se agitó y habló sin dirigirse a nadie en particular, mirando a un punto por

           encima de la cabeza de los demás.
               —En nuestra sociedad, la gente no debería sentirse ofendida tan pronto. A veces
           es un suicidio. —Miró a la hija del fabricante de destiltrajes, sentada frente a él—.

           ¿No lo pensáis vos así, señorita?




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