Page 162 - Dune
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                                  No hay escapatoria… pagamos por la violencia de nuestros antepasados.

                                                        De Frases escogidas de Muad’Dib, por la PRINCESA IRULAN




           Jessica oyó el tumulto en el gran salón, y encendió la luz de la cabecera de su cama.
           El  reloj  no  estaba  aún  correctamente  ajustado  al  tiempo  local,  y  tuvo  que  restar
           veintiún minutos para determinar que eran alrededor de las dos de la madrugada.

               El tumulto era fuerte y confuso.
               ¿Un ataque de los Harkonnen?, se preguntó.
               Se deslizó fuera de la cama y comprobó los monitores para ver dónde se hallaba

           su  familia.  La  pantalla  reveló  a  Paul  durmiendo  en  una  habitación  del  sótano  que
           habían habilitado apresuradamente para él. Obviamente el ruido no llegaba hasta allí.
           No había nadie en las habitaciones del Duque, su cama estaba intacta. ¿Se hallaba

           todavía en el puesto de mando?
               No había ninguna pantalla conectada con la parte delantera de la casa.
               Jessica se inmovilizó en medio de la estancia, escuchando.

               Resonó un grito, una voz incoherente. Alguien llamó al doctor Yueh. Jessica tomó
           su bata, se la echó por los hombros, deslizó sus pies en las zapatillas y se colocó el
           crys en su pantorrilla.

               De nuevo, una voz llamó al doctor Yueh.
               Jessica se ató el cinturón y salió al corredor. Entonces la sacudió un pensamiento:
           ¿Tal vez Leto está herido?

               El  corredor  pareció  hacerse  más  largo  bajo  sus  apresurados  pies.  Franqueó  la
           arcada,  atravesó  corriendo  el  comedor  y  recorrió  el  pasillo  que  conducía  al  Gran
           Salón,  que  estaba  brillantemente  iluminado,  con  todas  las  lámparas  a  suspensor

           encendidas al máximo.
               A su derecha, cerca de la entrada frontal, vio a dos guardias de la casa sujetando a

           Duncan  Idaho  entre  ellos.  La  cabeza  del  hombre  basculaba  hacia  adelante.  Un
           silencio, repentino, penoso, se había adueñado de la escena.
               —¿Habéis visto lo que habéis hecho? —dijo acusadoramente uno de los guardias
           de la casa a Idaho—. Habéis despertado a Dama Jessica.

               Los  grandes  cortinajes  se  agitaban  tras  ellos,  revelando  que  la  puerta  seguía
           abierta. No había el menor signo del Duque ni de Yueh. Mapes se mantenía inmóvil a

           un  lado,  mirando  heladamente  a  Idaho.  Llevaba  un  largo  vestido  marrón  con  un
           dibujo serpentino en él. Sus pies estaban calzados con botas del desierto.
               —Así que he despertado a Dama Jessica —murmuró Idaho. Levantó su cabeza
           hacia  el  techo  y  gritó—:  ¡Mi  espada  ha  bebido  por  primera  vez  la  sangre  de

           Grumman!



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