Page 164 - Dune
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—La condenad… amente mejor que he bebido nun… ca —dijo Idaho. Intentó
           cuadrarse—. ¡Mi espada ha be… bido por primera vez la sangre de Grum… man! He
           matado a un Harkon… Harkon… lo he matado por el Duque.

               Yueh se volvió y miró la taza en las manos de Mapes.
               —¿Qué es eso?
               —Cafeína —dijo Jessica.

               Yueh tomó la taza y se la tendió a Idaho.
               —Bebe eso, muchacho.
               —No quiero beb… er más.

               —¡Bebe, te digo!
               La cabeza de Idaho se bamboleó hacia Yueh, y dio un paso adelante, arrastrando a
           los guardias con él.

               —Estoy hasta la coronilla de complacer al Universo Im… perial, doc… Por una
           vez haré lo… lo que yo quiero.

               —Cuando hayas bebido esto —dijo Yueh—. Sólo es cafeína.
               —¡… podrida como el resto en este lugar! Mal… dito sol… tan brillante. Nada
           tiene buen co… color. Todo está deformado y…
               —Bueno, ahora es de noche —dijo Yueh. Hablaba en tono convincente—. Bébete

           esto como un buen chico. Te hará sentir mejor.
               —¡No quiero sentirme mejor!

               —No podemos pasarnos toda la noche discutiendo con él —dijo Jessica. Y pensó:
           Necesita un tratamiento de shock.
               —No hay ninguna razón para que permanezcáis aquí, mi Dama —dijo Yueh—.
           Puedo ocuparme yo de ello.

               Jessica agitó la cabeza. Dio un paso hacia adelante y abofeteó a Idaho con todas
           sus fuerzas.

               Retrocedió, arrastrando a los guardias, y la miró ferozmente.
               —Esa no es forma de comportarse en casa de tu Duque —dijo Jessica. Tomó la
           taza de manos de Yueh, derramando una parte de su contenido, y la tendió a Idaho—.
           ¡Y ahora bebe! ¡Es una orden!

               Idaho se sobresaltó y se irguió, mirándola amenazadoramente. Habló con lentitud,
           con una pronunciación clara y precisa.

               —No recibo órdenes de una maldita espía Harkonnen —dijo.
               Yueh se envaró y se volvió hacia Jessica.
               Ella se puso pálida, pero inclinó la cabeza. Ahora todo estaba claro para ella… las

           alusiones,  vagas  y  fragmentarias,  que  había  captado  aquellos  últimos  días  en  las
           palabras y el comportamiento de quienes la rodeaban encajaban por fin. La invadió
           una cólera tan inmensa que a duras penas pudo contenerla. Tuvo que recurrir a lo más

           profundo  de  su  adiestramiento  Bene  Gesserit  para  calmar  su  pulso  y  controlar  su




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