Page 168 - Dune
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—Pero vuelvo a preguntaros: ¿hay algo que perdonar?
               —El rey está ahogado —preguntó ella—. ¿Tablas?
               Hawat se alzó de hombros.

               —Ahora discutamos otra cosa por un minuto —dijo Jessica—. Duncan Idaho, el
           admirable guerrero cuya habilidad como guardián y vigilante es tan estimada. Esta
           noche se ha excedido con algo llamado cerveza de especia. Me han llegado informes

           de que otros de entre nuestra gente se han dejado vencer por esa misma mixtura. ¿Es
           eso cierto?
               —Tenéis vuestros informes, mi Dama.

               —Precisamente. ¿No creéis que esos excesos son un síntoma, Thufir?
               —Mi Dama habla por enigmas.
               —¡Usad  vuestra  habilidad  de  Mentat  en  ello!  —cortó  bruscamente  Jessica—.

           ¿Cuál es el problema con Duncan y los otros? Puedo decíroslo en cuatro palabras: no
           tienen un hogar.

               Hawat señaló el suelo con un dedo.
               —Arrakis, este es su hogar.
               —¡Arrakis es una incógnita! Caladan era su hogar, pero les hemos desarraigado
           de allá. No tienen hogar. Y temen que el Duque les falle.

               Hawat se envaró.
               —Unas  palabras  como  esas  pronunciadas  por  cualquiera  de  mis  hombres  sería

           suficiente para…
               —Oh,  basta  con  eso,  Thufir.  ¿Es  derrotismo  o  traición  por  parte  de  un  doctor
           diagnosticar  correctamente  una  enfermedad?  Mi  única  intención  es  curar  esta
           enfermedad.

               —El Duque me ha encargado a mí de estas cosas.
               —Pero vos comprendéis que yo experimente cierta preocupación acerca de los

           progresos de esta enfermedad —dijo ella—. Y quizá me concedáis cierta habilidad en
           este terreno.
               ¿Debo administrarle un shock?, se dijo. Necesita una sacudida, algo que consiga
           sacarle de la rutina.

               —Vuestras preocupaciones podrían ser interpretadas de muy diversos modos —
           dijo Hawat. Se alzó de hombros.

               —¿Así que ya me habéis condenado?
               —Por  supuesto  que  no,  mi  Dama.  Pero  no  puedo  permitirme  el  correr  ningún
           riesgo, viendo como está la situación.

               —Una amenaza contra la vida de mi hijo os ha pasado inadvertida en esta misma
           casa —dijo ella—. ¿Quién ha corrido el riesgo?
               El rostro del hombre se oscureció.

               —He presentado mi dimisión al Duque.




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