Page 173 - Dune
P. 173

del enemigo». Es cierto, Thufir; incluso en vuestras propias entrañas. Sin embargo,
           ¿qué conseguiría con ello? Si algunas de nuestras Bene Gesserit hicieran esto, ¿no
           harían que todas las Bene Gesserit fueran sospechosas? Nosotras no queremos esto,

           Thufir. No queremos destruirnos a nosotras mismas. —Asintió con la cabeza—. Sí,
           realmente, sólo existimos para servir.
               —No puedo responderos —dijo él—. Vos sabéis que no puedo responderos.

               —No diréis a nadie lo que ha ocurrido aquí —dijo ella—. Os conozco, Thufir.
               —Mi Dama… —de nuevo el anciano intentó deglutir, pero su garganta estaba
           seca.

               Y pensó: Tiene grandes poderes, es cierto. ¿Pero esos poderes no la harían un
           instrumento aún más formidable para los Harkonnen?
               —El Duque podría ser destruido tan rápidamente por sus amigos como por sus

           enemigos —dijo ella—. Espero que ahora examinaréis a fondo las razones de esas
           sospechas y las anularéis.

               —Si se revelan sin fundamento —dijo él.
               —Si —musitó ella.
               —Si —repitió él.
               —Sois tenaz —dijo ella.

               —Prudente —observó él—, y consciente de la posibilidad de error.
               —Entonces os voy a hacer otra pregunta: ¿qué significa para vos el encontraros

           ante otro ser humano, y saberos atado y sin posibilidades de defensa, mientras el otro
           tiene un cuchillo apuntando a vuestra garganta… y este, en vez de mataros, os libera
           de vuestras ligaduras y os ofrece el cuchillo para que lo uséis contra él?
               Jessica se levantó del sillón y se volvió de espaldas a él.

               —Podéis iros, Thufir.
               El  viejo  Mentat  se  alzó,  vaciló,  sus  manos  se  movieron  hacia  el  arma  mortal

           escondida bajo su túnica. Recordó la arena y el padre del Duque (que había sido un
           hombre valeroso pese a sus otros defectos), y el día de la corrida hacía tanto tiempo:
           la feroz bestia negra inmóvil, con la cabeza baja, desconcertada. El viejo Duque había
           dado  la  espalda  a  los  cuernos,  con  la  capa  llameantemente  doblada  en  su  brazo,

           mientras las aclamaciones resonaban en las tribunas.
               Yo soy el toro y ella el matador, se dijo Hawat. Apartó su mano del arma, mirando

           el sudor que brillaba en su palma.
               Y supo entonces que, ocurriera lo que ocurriese, nunca olvidaría aquel instante, y
           que la suprema admiración que experimentaba por Dama Jessica nunca disminuiría.

               Silenciosamente, se volvió y salió de la estancia.
               Jessica le observó a través del reflejo de la ventana, y se volvió hacia la puerta
           cerrada.

               —Ahora veamos cual es la acción más adecuada —susurró.




                                        www.lectulandia.com - Página 173
   168   169   170   171   172   173   174   175   176   177   178