Page 176 - Dune
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lo largo de su brazo. Hizo un agonizante esfuerzo por levantar la cabeza y mirar hacia
           el otro extremo del corredor.
               Yueh estaba de pie en el vano de la abierta puerta de la habitación del generador.

           Su rostro era amarillo bajo la luz de la única lámpara a suspensor que flotaba encima
           de la puerta. La habitación a sus espaldas estaba silenciosa… no se oía el sonido del
           generador.

               ¡Yueh!,  pensó  Leto.  ¡Ha  saboteado  los  generadores  de  la  casa!  ¡Estamos  al
           descubierto!
               Yueh avanzó hacia él, guardando en su bolsillo una pistola de agujas.

               Leto descubrió que aún era capaz de hablar y jadeó:
               —¡Yueh!  ¿Cómo  es  posible?  —entonces  la  parálisis  alcanzó  sus  piernas  y  se
           derrumbó al suelo, con la espalda apoyada contra la pared.

               El rostro de Yueh estaba lleno de tristeza cuando se inclinó sobre él y tocó la
           frente de Leto. El Duque descubrió que aún podía sentir el contacto pero que este era

           remoto… apagado.
               —La  droga  de  esta  aguja  es  selectiva  —dijo  Yueh—.  Podéis  hablar,  pero  os
           aconsejo que no lo hagáis. —Lanzó una ojeada a lo largo del corredor y luego volvió
           a inclinarse sobre Leto, arrancó la aguja y la arrojó lejos. El sonido de la aguja sobre

           el pavimento le pareció a los oídos del Duque lejano, sofocado.
               No puede ser Yueh, pensó Leto. Está condicionado.

               —¿Cómo es posible? —susurró.
               —Lo siento, mi querido Duque, pero hay cosas mucho más fuertes que esto —
           tocó el tatuaje diamantino de su frente—. Yo mismo lo encuentro muy extraño, una
           manifestación  de  mi  consciencia  pirética,  pero  quiero  matar  a  un  hombre.  Sí,  lo

           quiero realmente. Y nada podrá detenerme. —Miró al Duque—. Oh, no a vos, mi
           querido Duque. El barón Harkonnen. Es al Barón a quien quiero matar.

               —Bar… ón Har…
               —Calmaos, por favor, mi pobre Duque. No os queda mucho tiempo. Ese diente
           que  os  implanté  tras  vuestra  caída  en  Narcal…  debo  sustituirlo.  Dentro  de  un
           momento  os  adormeceré  y  os  reemplazaré  ese  diente.  —Abrió  la  mano,

           contemplando  algo  que  tenía  en  ella—.  Un  duplicado  exacto,  con  una  exquisita
           imitación del nervio en el centro. Escapará a todos los detectores habituales, e incluso

           a  un  examen  profundo.  Pero  si  apretáis  violentamente  vuestra  mandíbula,  la  capa
           externa se rompe. Entonces, si expeléis muy fuerte el aliento, difundiréis a vuestro
           alrededor un gas letal… absolutamente letal.

               Leto  miró  a  Yueh  y  captó  la  locura  en  los  ojos  del  hombre,  la  transpiración
           goteando a lo largo de su frente hasta su mentón.
               —Estáis condenado de todos modos, mi pobre Duque —dijo Yueh—. Pero, antes

           de morir, debéis acercaros al Barón. El creerá que estáis embrutecido por las drogas y




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