Page 175 - Dune
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Silenciosamente, el Duque avanzó hacia el corredor de servicio, maldiciendo la
           inadecuada iluminación. Pequeñas lámparas a suspensor habían sido espaciadas de
           ocho  en  ocho  metros  y  su  intensidad  regulada  al  mínimo.  Las  oscuras  paredes

           absorbían la luz.
               En la penumbra, ante él, distinguió una forma confusa sobre el pavimento.
               Leto vaciló, a punto de activar su escudo, pero se contuvo porque esto hubiera

           limitado  sus  movimientos  y  ahogado  los  sonidos…  y  porque  la  captura  del
           cargamento de láseres le había llenado de dudas.
               Silenciosamente, avanzó hacia el bulto gris, y advirtió que se trataba de una figura

           humana, un hombre tendido de bruces en el suelo. Leto lo giró empujándolo con el
           pie, con el cuchillo a punto, y se inclinó para distinguir su rostro a la escasa luz. Era
           el  contrabandista,  Tuek,  con  una  húmeda  mancha  en  el  pecho.  Sus  ojos  sin  vida

           reflejaban una vacía oscuridad. Leto tocó la mancha… aún estaba caliente.
               ¿Cómo es posible que este hombre haya muerto aquí?, se preguntó Leto. ¿Quién

           le ha matado?
               El extraño gemido era más fuerte allí. Venía del corredor lateral que conducía a la
           habitación central donde había sido instalado el generador principal del escudo de la
           casa.

               Con  la  mano  en  el  conmutador  del  cinturón,  el  kindjal  empuñado,  el  Duque
           contorneó el cuerpo, avanzó por el corredor y escrutó al otro lado de la esquina, en

           dirección a la habitación del generador del escudo.
               Otra forma confusa yacía en el suelo unos pasos más adelante, y aquella era la
           fuente del sonido. La forma se arrastraba hacia él con una dolorosa lentitud, jadeando
           y gimiendo.

               Leto reprimió un súbito terror, saltó al corredor y se inclinó junto a la reptante
           figura. Era Mapes, el ama de llaves Fremen, con los cabellos caídos sobre su rostro y

           sus ropas en desorden. Una mancha oscura y brillante goteaba de su espalda hasta su
           costado. Leto tocó su hombro y la mujer intentó erguirse, apoyándose en sus codos,
           levantando su cabeza, con sus ojos llenos de vacías sombras.
               —V…vos —gimió—. Matad a… guardia… enviado… buscar… Tuek… huir…

           mi Dama… vos… vos… aquí… no… —se derrumbó, y su cabeza resonó contra las
           piedras.

               Leto apoyó los dedos en sus sienes. Ningún latido. Miró la mancha: había sido
           apuñalada por la espalda. ¿Por quién? Su mente era un torbellino. ¿Había querido
           decir que alguien había matado a la guardia? Y Tuek… ¿había sido Jessica quien le

           había llamado? ¿Por qué?
               Fue a levantarse. Un sexto sentido le advirtió. Llevó una mano al conmutador del
           escudo… demasiado tarde. Un violento golpe hizo caer su brazo hacia el costado.

           Sintió el dolor, vio la aguja que surgía en su manga, notó la parálisis difundiéndose a




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