Page 208 - Dune
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misma había contribuido a adiestrar aquella inteligencia, pero ahora descubrió que le
           inspiraba  miedo.  Sus  pensamientos  giraron,  buscando  desesperadamente  el  refugio
           que para ella había sido siempre el Duque, y las lágrimas inundaron sus ojos.

               Tenía que ser así, Leto, pensó. «Un tiempo para el amor y un tiempo para el
           dolor». Apoyó la mano en su vientre, consciente del embrión que llevaba en él. Tengo
           en  mí  la  hija  de  los  Atreides  que  me  fue  ordenado  engendrar,  pero  la  Reverenda

           Madre estaba equivocada: una hija no hubiera salvado a mi Leto. Esta hija es sólo
           una vida que intenta alcanzar el futuro en un presente de muerte. La he concebido
           por instinto y no por obediencia.

               —Prueba de nuevo el comunicador —dijo Paul.
               La  mente  sigue  trabajando  hagamos  lo  que  hagamos  para  detenerla,  pensó
           Jessica.

               Tomó el pequeño receptor que Idaho les había dejado y lo conectó. Una luz verde
           se encendió en la parte anterior del instrumento. Del aparato surgieron chasquidos

           metálicos.  Redujo  el  volumen,  variando  la  frecuencia.  Una  voz  hablando  en  el
           lenguaje de batalla de los Atreides resonó en la tienda:
               —…  retroceder  y  reagruparse  en  la  cresta.  Fedor  informa  que  no  hay
           supervivientes en Carthag y que el Banco de la Cofradía ha sido saqueado.

               ¡Carthag!, pensó Jessica. Era un feudo Harkonnen.
               —Son  Sardaukar  —dijo  la  voz—.  Cuidado  con  los  Sardaukar  vestidos  con

           uniformes Atreides. Son…
               Algo restalló en el altoparlante, y luego silencio.
               —Prueba las otras frecuencias —dijo Paul.
               —¿Comprendes lo que significa esto? —preguntó Jessica.

               —Lo  esperaba.  Quieren  que  la  Cofradía  nos  considere  responsables  de  la
           destrucción  de  su  banco.  Con  la  Cofradía  contra  nosotros,  estamos  atrapados  en

           Arrakis. Prueba las otras frecuencias.
               Ella  sopesó  las  palabras:  «Lo  esperaba».  ¿Qué  le  había  ocurrido  a  su  hijo?
           Lentamente,  Jessica  volvió  al  instrumento.  Exploró  las  otras  frecuencias,  captando
           retazos  de  violencia  en  las  pocas  voces  que  seguían  llamando  en  el  lenguaje  de

           batalla de los Atreides:
               —… retirada…

               —… reagrupamos en…
               —… atrapados en una caverna en…
               Y no ofrecía ninguna duda la victoriosa exaltación de los gritos de los Harkonnen

           que  surgían  de  las  otras  frecuencias.  Breves  órdenes,  informes  de  batalla.  No  lo
           suficiente para que Jessica pudiera registrar y decodificar el lenguaje, pero el tono era
           obvio.

               Los Harkonnen habían vencido.




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