Page 264 - Dune
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de arena, encrespaduras cuyas crestas, a la altura de los ojos de Paul, se divisaban a
un kilómetro de distancia. La unión entre las sucesivas dunas formaba una curva
única… un breve arco de circunferencia que intersectaba el punto donde habían
abandonado el ornitóptero.
No había el menor signo del aparato.
El cúmulo en movimiento se alejó hacia el desierto, luego dio media vuelta y
regresó al lugar primitivo, buscando algo.
—Es más grande que una nave de la Cofradía —murmuró Paul—. Había oído que
los gusanos eran enormes en el desierto profundo, pero nunca llegué a pensar que
fueran… tan grandes.
—Yo tampoco —jadeó Jessica.
La cosa se alejó nuevamente de las rocas, describiendo una gran curva hacia el
horizonte. Permanecieron escuchando hasta que el rumor de su paso se confundió con
el leve roce de la arena a su alrededor.
Paul inspiró profundamente, miró hacia la escarpadura iluminada por la luz lunar,
y recitó del Kitab al-Ibar:
—«Viaja de noche y permanece en las sombras oscuras durante el día». —Miró a
su madre—. Nos quedan aún algunas horas de noche. ¿Puedes seguir?
—Dentro de un momento.
Paul escaló la roca, ajustó la mochila a su hombro. Permaneció un momento
inmóvil, con el paracompás en sus manos.
—Cuando estés lista —dijo.
Ella se acercó, caminando sobre las rocas, y sintió que las fuerzas iban volviendo.
—¿En qué dirección?
—Hacia donde conduce esta cresta —señaló.
—Hacia las profundidades del desierto —dijo ella.
—El desierto de los Fremen —susurró Paul.
E hizo una pausa, recordando la precisa imagen que se le había aparecido en una
de sus visiones prescientes en Caladan. Había visto aquel desierto. Pero en su
conjunto la visión era distinta, como una imagen óptica desaparecida de su
consciencia después de haber sido absorbida por la memoria, y que ahora no encajaba
perfectamente con la escena real. La visión parecía haber sido cambiada y
aproximada a ellos en un ángulo distinto, mientras él permanecía inmóvil.
Idaho estaba con nosotros en la visión, recordó. Pero ahora Idaho está muerto.
—¿Sabes adónde tenemos que ir? —preguntó Jessica, engañándose con su
vacilación.
—No —dijo él—, pero pongámonos en marcha.
Aseguró la mochila más fuertemente a sus hombros, y se encaminó con decisión a
través de una hendidura excavada por la arena en la roca. La hendidura se abría sobre
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