Page 265 - Dune
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una meseta de roca bañada por la luna que, hacia el sur, se alzaba en una serie de
           terrazas.
               Paul ascendió el primer escalón rocoso, seguido por Jessica. Notó como a su paso

           las cosas le revelaban lo que había de inmediato y particularmente… las bolsas de
           arena entre las rocas que frenaban su marcha, las crestas afiladas por el viento que
           cortaban sus manos, los obstáculos diseminados ante su camino que obligaban a una

           elección:  ¿escalarlos  o  rodearlos?  El  terreno  les  imponía  sus  propios  ritmos.
           Hablaban  sólo  cuando  era  necesario,  y  entonces  sus  voces  eran  roncas  por  el
           esfuerzo.

               —Atención aquí… la arena es resbaladiza.
               —Cuidado con ese saliente rocoso, no te golpees la cabeza.
               —Permanece debajo de la cresta; la luna está a nuestra espalda, y cualquiera de

           nuestros movimientos podría ser visto.
               Paul se detuvo en una oquedad de la roca, apoyando la mochila en un estrecho

           saliente.
               Jessica descansó a su lado, agradecida por aquel momento de respiro. Oyó a Paul
           aspirar del tubo de su destiltraje, y ella también sorbió algo de su agua regenerada.
           Era insípida, y recordó las aguas de Caladan… una alta fuente cuyo chorro cerraba

           toda una curva del cielo, una tal riqueza de agua que sólo podía ser distinguida por
           sus peculiaridades… sólo por su forma, por sus reflejos, por el sonido cuando uno se

           detenía a su lado.
               Detenerse, pensó. Detenerse… detenerse realmente.
               Esta era la verdadera felicidad, la posibilidad de detenerse, aunque sólo fuera por
           un instante. No había ninguna felicidad si uno no podía detenerse.

               Paul avanzó por el saliente rocoso, se volvió, y empezó a escalar una superficie
           inclinada. Jessica le siguió con un suspiro.

               Surgieron a una amplia plataforma que costeaba, rodeándola, una pared rocosa
           cortada  a  pico.  Siguieron  avanzando  al  ritmo  que  les  imponía  aquel  accidentado
           terreno.
               Jessica  percibía  en  la  noche,  bajo  sus  pies,  bajo  sus  manos,  las  distintas

           dimensiones  de  las  sustancias,  hasta  los  más  ínfimos  grados  de  pequeñez:  rocas  o
           guijarros o cantos agudos o arena aglomerada o incluso arena o polvo o harina de

           arena.
               El  polvo  obstruía  los  filtros  nasales  y  era  necesario  soplar  para  limpiarlos.  La
           arena aglomerada y los guijarros rodaban bajo sus pies y podían provocar una caída.

           Los cantos agudos cortaban.
               Y las omnipresentes bolsas de arena se pegaban a los pies y succionaban.
               Paul se detuvo bruscamente sobre una plataforma rocosa, sujetando a su madre

           para que no avanzara más.




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