Page 259 - Dune
P. 259
—Oh… un noventa por ciento de ellos no me preocupan. Pero siempre hay
alguien… Casas Menores y gentes así, cuya ambición podría empujarles a algo
peligroso. Si alguno de ellos abandonara Arrakis con alguna historia desagradable
acerca de lo que ha ocurrido aquí, me sentiría muy disgustado. ¿Tienes idea de lo
disgustado que me sentiría?
Rabban deglutió.
—Conviene que tomes inmediatamente medidas para procurarte un rehén de cada
Casa Menor —dijo el Barón—. Fuera de Arrakis, todo el mundo debe creer que esto
no ha sido más que una lucha de Casa contra Casa. Los Sardaukar no han tomado
parte en ello, ¿comprendes? Al Duque se le ofreció la acostumbrada gracia del exilio,
pero murió en un desafortunado accidente antes de que pudiera aceptar. Pero hubiera
aceptado, seguro. Esta es la historia. Y cualquier rumor acerca de la presencia de los
Sardaukar aquí deberá ser motivo de risas.
—Así lo quiere el Emperador —dijo Rabban.
—Así lo quiere el Emperador.
—¿Y los contrabandistas?
—Nadie cree en los contrabandistas, Rabban. Son tolerados, pero no creídos. De
todos modos, puedes emplear un poco de corrupción al respecto… y algunas otras
medidas que estoy seguro pensarás por ti mismo.
—Sí, mi Señor.
—Espero dos cosas de Arrakis, Rabban: beneficios, y un mando implacable. No
ha de haber ninguna clemencia aquí. Piensa en esos lerdos y en lo que son… esclavos
envidiosos de sus dueños, esperando la primera ocasión para rebelarse. No debes
mostrar el menor vestigio de piedad ni de clemencia hacia ellos.
—¿Puede uno exterminar a todo un planeta? —preguntó Rabban.
—¿Exterminar? —El Barón volvió rápidamente la cabeza, mirando a Rabban con
visible asombro—. ¿Quién ha hablado de exterminar?
—Bueno, he creído que tenias intención de traer nuevos contingentes y…
—He dicho estrujarlos, sobrino, no exterminarlos. No disminuyas la población,
limítate tan sólo a someterla completamente. Tú has de ser el carnívoro, muchacho.
—Sonrió, una expresión de bebé en su gordo rostro—. Un carnívoro no se detiene
jamás. No tiene piedad. Nunca se para. La piedad es una quimera. El estómago
gruñendo su hambre, la sed secando la garganta, bastan para eliminarla. Siempre has
de tener hambre y sed. —El Barón acarició sus adiposidades bajo los suspensores—.
Como yo.
—Ya veo, mi Señor.
Rabban lanzaba ojeadas a diestro y siniestro.
—¿Está todo claro ahora, sobrino?
—Excepto una cosa, tío: el planetólogo, Kynes.
www.lectulandia.com - Página 259