Page 317 - Dune
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había sentido miedo. Sabía lo que aquella esencia podía hacer con él… el cambio de
           la especia que empujaría a su mente hacia una mayor consciencia presciente.
               —Bi-lal kaifa —susurró Chani.

               La miró, y vio la emoción con la cual los Fremen escuchaban las palabras de su
           madre. Tan sólo el hombre llamado Jamis se mantenía aparte, inmóvil, con los brazos
           cruzados sobre su pecho.

               —Duy yakha hin mange —susurró Chani—. Duy punra hin mange. Tengo dos
           ojos. Tengo dos pies.
               Y miró a Paul con ojos de estupor.

               Paul inspiró profundamente, intentando reprimir aquella tormenta que había en su
           interior. Las palabras de su madre habían desencadenado el efecto de la esencia de
           especia,  y  su  voz  había  danzado  en  él  como  las  sombras  de  una  fogata.  Había

           percibido  el  cinismo  en  ella…  ¡la  conocía  tan  bien!…  pero  nada  podía  detener
           aquella transformación iniciada con algunos bocados de comida.

               ¡La terrible finalidad!
               La sentía, aquella consciencia racial a la cual no podía escapar. Aquella mente
           suya tan aguda, aquel flujo de informaciones, la fría precisión de su conocimiento. Se
           dejó  deslizar  hasta  el  suelo,  apoyando  su  espalda  en  la  roca,  abandonándose.  Su

           consciencia fluyó hacia aquel estrato intemporal desde el cual podía ver el tiempo,
           percibir  y  sentir  abiertos  ante  él  los  vientos  del  futuro…  los  vientos  del  pasado:

           pasado, presente y futuro vistos a través de un solo ojo… todos ellos combinados en
           una visión trinocular que le permitía ver el tiempo como si se hubiera convertido en
           espacio.
               Existía el peligro, lo sentía, de ir demasiado lejos, por lo que tenía que aferrarse

           desesperadamente al presente, sintiendo la imprecisa distorsión de la experiencia, el
           fluir del momento, la continua solidificación del lo-que-es en el perpetuo-era.

               Aferrándose al presente, percibió por primera vez la monumental regularidad del
           movimiento  del  tiempo,  complicada  por  vórtices,  olas,  flujos  y  reflujos,  como  la
           resaca batiendo contra los arrecifes. Esto le proporcionó una nueva comprensión de
           su presciencia, y percibió la fuente del ciego fluir del tiempo, la fuente del error en él,

           con una inmediata sensación de miedo.
               La presciencia, comprendió, era una iluminación que incorporaba los limites de lo

           que revelaba… una combinación de exactitud y de errores significativos. Una especie
           de  indeterminación  de  Heisenberg  intervenía:  la  propia  energía  de  sus  visiones
           alteraba, en el mismo instante de producirse, lo que veía.

               Y lo que veía era el nexo temporal de aquella caverna, un rebullir de posibilidades
           concentrado allí, en el cual la acción más imperceptible —un parpadeo, una palabra
           irreflexiva, un grano de arena mal situado— actuaba como una gigantesca palanca, a

           través de todo el universo conocido. La violencia estaba presente con un número tal




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