Page 322 - Dune
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—Pensábamos salvar vidas —dijo ella.
—No nos compraréis con vuestra agua —gruñó Jamis—. Y tú tampoco
conseguirás que vuelva mi furor hacia ti, Stilgar. Ya veo que quieres que te desafíe a
ti antes de haber podido probar mis palabras.
Stilgar hizo frente a Jamis.
—¿Estás decidido a obligar a este muchacho a combatir, Jamis? —su voz era
baja, venenosa.
—Ella debe elegir un paladín.
—¿Incluso si tiene mi protección?
—Invoco la regla del amtal —dijo Jamis—. Es mi derecho.
Stilgar asintió.
—En este caso, si el muchacho no te atraviesa, tendrás que enfrentarte con mi
cuchillo inmediatamente después. Y esta vez mi hoja no se detendrá.
—No podéis hacer esto —dijo Jessica—. Paul es tan sólo…
—Tú no puedes intervenir, Sayyadina —dijo Stilgar—. Oh, sé que puedes
vencerme, y también puedes vencer a cualquiera de nosotros, pero no puedes
vencernos a todos juntos. Así debe ser; es la regla del amtal.
Jessica permaneció silenciosa, mirándole a la verde luz de los globos,
descubriendo la rigidez demoníaca que se había apoderado de pronto de sus rasgos.
Pasó su atención a Jamis, observó su ceñuda expresión y pensó: Hubiera debido ver
esto antes. Rumía. Es del tipo silencioso, de los que trabajan en lo más profundo de
sí mismos. Tendría que haber estado preparada.
—Si hieres a mi hijo —dijo— tendrás que enfrentarte conmigo. Te desafío. Te
despedazaré como a un…
—Madre —Paul avanzó, tocando su brazo—. Quizá si me explico con Jamis,
entonces…
—¡Explicarte! —se burló Jamis.
Paul calló, mirando al hombre. No sentía miedo de él. Jamis parecía torpe en sus
movimientos, y había caído muy pronto en su encuentro nocturno en la arena. Pero
Paul percibía aún el rebullir de los nexos de aquella caverna, recordaba su presciente
visión de sí mismo muerto por un cuchillo. Había tan pocos caminos de escape para
él en aquella visión…
—Sayyadina —dijo Stilgar—, ahora debes retirarte hacia…
—¡Deja de llamarla Sayyadina! —dijo Jamis—. Eso aún tiene que ser probado.
¡Ella conoce la plegaria! ¿Y qué? Cualquier niño entre nosotros la sabe.
Ha hablado suficiente, pensó Jessica. Tengo su registro. Podría inmovilizarlo con
una sola palabra. Vaciló. Pero no puedo inmovilizarlos a todos.
—Entonces me responderás —dijo Jessica, y su voz era como un lamento, con
una llamada en la última palabra.
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