Page 319 - Dune
P. 319
33
Mi padre, el Emperador Padishah, tenía setenta y dos años y no aparentaba más de
treinta y cinco cuando decidió la muerte del Duque Leto y la restitución de Arrakis a los
Harkonnen. Raramente aparecía en público con otro atuendo que un uniforme
Sardaukar y un yelmo de Burseg, negro, con el león Imperial en oro en su cimera. El
uniforme era un desafiante recuerdo de cuál era la fuente de su poder. Pero no siempre
se mostraba tan agresivo. Cuando quería, sabía irradiar simpatía y sinceridad, pero en
estos últimos tiempos, a muchos años de distancia, me pregunto a menudo si todo en él
era como parecía. Pienso más bien que era un hombre que luchaba constantemente
contra los barrotes de una jaula invisible. No hay que olvidar que era el Emperador, la
cabeza de una dinastía cuyos orígenes se perdían en el tiempo. Pero nosotros le
negamos un hijo legítimo. ¿No es este el más terrible fracaso que pueda sufrir un jefe?
Mi madre obedeció a sus Hermanas Superiores allá donde desobedeció Dama Jessica.
¿Cuál de las dos fue más fuerte? La historia ya ha contestado a esta pregunta.
En la casa de mi padre, por la PRINCESA IRULAN
Jessica se despertó en la oscuridad de la caverna, sintiendo el agitarse de los Fremen
a su alrededor, el acre olor de los destiltrajes. Su sentido del tiempo le informó que
afuera la noche llegaría muy pronto, aislada del desierto por las placas de plástico que
capturaban la humedad de sus cuerpos en sus superficies.
Se dio cuenta de que se había permitido abandonarse al sueño relajador después
de la gran fatiga, y esto sugería que inconscientemente aceptaba su seguridad
personal en el seno de la gente de Stilgar. Se volvió en la hamaca que había formado
con sus ropas, se dejó deslizar hasta el suelo rocoso y se calzó sus botas del desierto.
Debo recordar aflojar a medias los cierres de mis botas a fin de facilitar la
acción de bombeo de mi destiltraje, pensó. Hay tantas cosas que debo recordar.
Tenían aún en la boca el sabor de su comida de la mañana: la carne de pájaro con
cereal amasado con miel de especia —todo ello enrollado en una hoja—, y se dio
cuenta de que el tiempo allí estaba invertido: la noche era el día de actividad y el día
el tiempo de reposo.
La noche esconde; la noche es más segura.
Soltó sus ropas de los puntos de fijación en el nicho de roca, tanteó hasta
encontrar la parte alta del vestido y se lo puso.
¿Cómo enviar un mensaje a las Bene Gesserit?, se preguntó. Tenía que informar
de su fuga y del refugio arrakeno que había encontrado.
Al otro lado de la caverna se encendieron algunos globos. Vio gente moviéndose,
y entre ella a Paul, ya vestido, con la capucha echada hacia atrás, revelando el
aquilino perfil de los Atreides.
Se había comportado de una forma un tanto extraña antes de retirarse, pensó.
Ausente. Como si hubiera regresado de entre los muertos, no aún del todo consciente,
con los ojos vítreos, semicerrados, vueltos hacia su interior. Esto le recordó lo que le
www.lectulandia.com - Página 319