Page 320 - Dune
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había dicho acerca de la dieta impregnada en especia: adictiva.
               ¿Tendrá  otros  efectos  colaterales?,  se  preguntó.  Ha  dicho  que  existía  alguna
           relación  con  sus  facultades  prescientes,  pero  ha  permanecido  extrañamente

           silencioso respecto a sus visiones.
               Stilgar  surgió  de  las  sombras  a  su  derecha,  avanzando  hacia  el  grupo  bajo  los
           globos.  Jessica  observó  su  andar  prudente,  felino,  el  modo  como  sus  dedos

           jugueteaban con su barba.
               El  miedo  la  aferró  de  pronto,  cuando  sus  sentidos  le  revelaron  las  visibles
           tensiones en la gente que rodeaba a Paul… los reticentes movimientos, las posiciones

           rituales.
               —¡Tienen mi protección! —tronó Stilgar.
               Jessica reconoció al hombre al que se dirigía Stilgar: ¡Jamis! Vio la rabia de Jamis

           en la rigidez de sus hombros.
               ¡Jamis, el hombre al que Paul venció!, pensó.

               —Conoces la regla, Stilgar —dijo Jamis.
               —¿Quién  la  conoce  mejor  que  yo?  —respondió  Stilgar,  y  había  un  tono
           apaciguador en su voz, el intento de calmar los ánimos.
               —Elijo el combate —gruñó Jamis.

               Jessica se apresuró a través de la caverna, sujetando el brazo de Stilgar.
               —¿Qué ocurre? —preguntó.

               —Es la regla del amtal —dijo Stilgar—. Jamis exige la prueba de que vosotros
           sois los de la leyenda.
               —Puede  elegir  un  paladín  —dijo  Jamis—.  Si  su  paladín  vence,  entonces  hay
           verdad en ella. Pero está dicho… —miró a la gente que se apretujaba a su alrededor

           —…  que  no  escogerá  paladín  entre  los  Fremen:  ¡así  que  tiene  que  ser  su  propio
           compañero!

               ¡Quiere un combate mano a mano con Paul!, pensó Jessica.
               Soltó el brazo de Stilgar, avanzando un paso.
               —Yo soy el paladín de mí misma —dijo—. El sentido es lo bastante simple como
           para…

               —¡Tú no nos dictarás nuestras reglas! —cortó Jamis—. No, sin más pruebas que
           las que nos has dado. Stilgar puede haberte sugerido esta mañana las palabras que

           había que decir para engañarnos, y lo único que has tenido que hacer es repetirlas.
               Podría  vencerte,  pensó  Jessica,  pero  esto  entraría  en  conflicto  con  su
           interpretación de la leyenda. Y se preguntó de nuevo de qué modo había podido ser

           alterado el trabajo de la Missionaria Protectiva en aquel planeta.
               Stilgar miró a Jessica, y habló en voz baja pero de forma que todos pudieran oírle:
               —Jamis es un hombre que conserva el rencor, Sayyadina. Tu hijo le ha vencido

           y…




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