Page 325 - Dune
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—Bañaré  mi  cuchillo  en  tu  sangre  —gruñó  Jamis.  Y  en  mitad  de  su  última
           palabra, atacó.
               Jessica captó el movimiento y sofocó un grito.

               Pero  donde  había  golpeado  el  hombre  ya  no  había  nadie,  y  Paul  estaba  ahora
           detrás de Jamis, con un blanco perfecto en su indefensa espalda.
               ¡Ahora, Paul! ¡Ahora!, gritó Jessica en su mente.

               Paul golpeó, con una calculada lentitud, con un gesto extraordinariamente fluido,
           pero tan lento que dio a Jamis la posibilidad de esquivarlo, retroceder y saltar hacia la
           derecha.

               Paul se batió en retirada, agazapándose.
               —Primero debes hallar mi sangre —dijo.
               Jessica reconoció la influencia del escudo en las maniobras de su hijo, y vio el

           arma de doble filo que representaba. Las reacciones de Paul tenían el ímpetu y la
           vivacidad de la juventud, y eran el resultado de un adiestramiento desconocido por

           aquel pueblo. Pero el ataque era resultado también de este adiestramiento, y estaba
           condicionado  por  la  necesidad  de  penetrar  la  barrera  de  un  escudo.  Un  escudo
           repelería  un  ataque  demasiado  veloz,  admitiendo  tan  sólo  los  golpes  lentos  y
           solapados. Se necesitaba astucia y un perfecto control para penetrar un escudo.

               ¿Ha visto Paul esto?, se preguntó. ¡Es preciso!
               Jamis atacó de nuevo, sus ojos profundamente oscuros brillando, su cuerpo una

           confusa mancha amarilla bajo los globos.
               Y de nuevo Paul lo esquivó y se situó a su espalda, y atacó demasiado lentamente.
               Y otra vez.
               Y otra.

               En cada ocasión, el contraataque de Paul llegaba un instante demasiado tarde.
               Y Jessica vio algo que esperó que Jamis no captara. Las reacciones defensivas de

           Paul eran de una rapidez fulmínea, pero cada vez se movía en el ángulo exactamente
           correcto que le permitiría desviar en parte el golpe de Jamis con su escudo.
               —¿Está  tu  hijo  jugando  con  ese  pobre  idiota?  —preguntó  Stilgar.  Pidió  su
           silencio antes de que ella pudiera responder—. Perdón; no debes hablar.

               Ahora, las dos figuras giraban en círculo uno en torno del otro sobre el suelo de
           roca;  Jamis  con  el  brazo  extendido  hacia  adelante  y  el  cuchillo  apuntado;  Paul

           replegado sobre sí mismo, con el cuchillo bajo.
               Jamis atacó una vez más, y esta vez giró hacia la derecha, donde Paul esquivaba
           el golpe.

               En lugar de retroceder, Paul detuvo el ataque con su propia hoja, golpeando la
           mano de Jamis que empuñaba el cuchillo. Un segundo después el muchacho estaba
           ya fuera de alcance, pirueteando hacia la izquierda y dándole mentalmente las gracias

           a Chani por su advertencia.




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