Page 329 - Dune
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Jessica vio como, lentamente, Stilgar aceptaba la verdad, observó el modo como,
con un gesto de alivio, llevaba a su barba una mano de venas prominentes. Se oyeron
murmullos de comprensión entre la gente.
—Es por eso que le invitaste a abandonar —dijo Stilgar—. Ya veo. Nuestras
costumbres son distintas, pero comprenderás sus razones. Temía haber aceptado un
escorpión entre nosotros. —Vaciló, y luego—: Y no te llamaré más muchacho.
—Necesita un nombre, Stil —dijo alguien entre la gente.
Stilgar asintió, tirando de su barba.
—Veo la fuerza en ti… como la fuerza que hay en la base de un pilar. —Hizo de
nuevo una pausa antes de proseguir—. Todos nosotros le conoceremos con el nombre
de Usul, la base del pilar. Ese será tu nombre secreto, tu nombre de soldado. Sólo los
del Sietch Tabr podremos usarlo… Usul.
Un nuevo murmullo surgió de los reunidos:
—Buena elección… fuerza… nos traerá suerte —y Jessica sintió que lo
aceptaban, y que con su hijo, su paladín, la aceptaban también a ella. Era realmente la
Sayyadina.
—Ahora, ¿qué nombre de adulto escoges tú para que puedas ser llamado delante
de todos? —preguntó Stilgar.
Paul miró a su madre, y de nuevo a Stilgar. Fragmentos de aquel instante
correspondían a su memoria presciente, pero percibió diferencias que eran casi
físicas, una presión que le forzaba a franquear la estrecha puerta del presente.
—¿Cómo llamáis a aquel pequeño ratón, el ratón que salta? —preguntó Paul,
recordando el hey-hop en la Depresión de Tuono. Imitó el movimiento con una mano.
Se elevaron risas entre los reunidos.
—Lo llamamos un muad’dib —dijo Stilgar.
Jessica contuvo el aliento. Era el nombre que le había dicho Paul, afirmando que
los Fremen lo aceptarían y le llamarían así. De pronto, tuvo miedo de él y por él.
Paul tragó saliva. Estaba representando en aquel momento una parte que ya había
representado innumerables veces en su mente… y sin embargo… había diferencias.
Se vio a sí mismo aislado en una vacilante cima, rico en experiencia y poseedor de un
profundo almacenamiento de conocimientos, pero a su alrededor solamente había
abismos.
Y recordó una vez más la visión de fanáticas legiones siguiendo el estandarte
verde y negro de los Atreides, saqueando y quemando a través del universo en
nombre de su profeta Muad’Dib.
Esto no debe ocurrir, se dijo.
—¿Ese es el nombre que deseas, Muad’Dib? —preguntó Stilgar.
—Soy un Atreides —susurró Paul, y luego, en voz más alta—: No es justo que
renuncie totalmente al nombre que mi padre me dio. ¿Puedo ser conocido entre
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