Page 332 - Dune
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                                  Dios creó Arrakis para probar a los fieles.

                                                            De La Sabiduría de Muad’Dib, por la PRINCESA IRULAN




           En  la  oscuridad  de  la  caverna,  Jessica  oyó  el  chirriar  de  la  arena  sobre  la  roca
           mientras la gente se movía, la distante llamada de pájaros que Stilgar había dicho
           eran las señales de sus centinelas.

               Los  grandes  sellos  de  plástico  fueron  retirados  de  las  aberturas  de  la  caverna.
           Jessica  vio  las  sombras  del  atardecer  avanzando  por  las  rocas  y  después  por  la
           depresión abierta bajo ellas. Sintió la retirada del día, la sintió en el seco calor y en

           las sombras. Sabía que muy pronto su adiestrada consciencia le proporcionaría lo que
           los Fremen obviamente ya tenían… la habilidad de captar hasta el menor cambio en
           la humedad del aire.

               ¡Cómo  se  habían  apresurado  a  ajustar  sus  destiltrajes  cuando  la  caverna  fue
           abierta!
               En las profundidades de la caverna, alguien empezó a cantar:



               ¡Ima trava okolo!

               ¡I korenja okolo!



               Jessica tradujo silenciosamente: ¡Esas son las cenizas! ¡Y esas son las raíces!
               La ceremonia funeral por Jamis había comenzado.
               Miró hacia el ocaso arrakeno, hacia las franjas de color que se desplegaban en el

           cielo. La noche empezaba a arrojar sus primeras sombras sobre las lejanas rocas y las
           dunas.

               Pero el calor persistía.
               El calor la forzó a pensar en el agua, en todo aquel pueblo entrenado a tener sed
           tan sólo en los momentos precisos.
               Sed.

               Recordó las olas al claro de luna en Caladan, y la espuma sobre las rocas como
           tela bordada… y el viento saturado de humedad. Ahora la brisa que agitaba sus ropas

           secaba las partes de su piel expuestas de sus mejillas y su mentón. Los nuevos filtros
           nasales la irritaban, y descubrió que el conocimiento de aquel tubo que iba desde su
           rostro hasta las profundidades del traje, recuperando la humedad de su respiración, la

           fastidiaba.
               El propio traje era como un baño turco.
               «Tu traje te parecerá más confortable cuando tu cuerpo contenga menos agua»,

           le había dicho Stilgar.


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