Page 336 - Dune
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Paul tragó saliva, agitando su cabeza.
               Stilgar se inclinó de nuevo sobre el montón.
               —Para la mujer de Jamis y para los guardias —dijo. Las pequeñas rocas y el libro

           desaparecieron entre los pliegues de las ropas.
               —El derecho del jefe —entonaron los demás.
               —El marcador del servicio de café de Jamis —dijo Stilgar, y tomó un disco plano

           de metal verde—. Será ofrecido a Usul en la ceremonia que seguirá a nuestra vuelta
           al sietch.
               —El derecho del jefe —entonaron los demás.

               Finalmente, tomó el mango del crys y se irguió con él en la mano.
               —Para la llanura funeral —dijo.
               —Para la llanura funeral —respondieron los demás.

               En  su  lugar  en  el  círculo,  frente  a  Paul,  Jessica  asintió  con  la  cabeza,
           reconociendo las antiguas fuentes del rito, y pensó: El encuentro entre ignorancia y

           conocimiento, entre brutalidad y cultura… todo comienza con la dignidad con la cual
           tratamos  a  nuestros  muertos.  Miró  a  Paul,  preguntándose:  ¿Habrá  captado  esto?
           ¿Sabrá lo que debe hacer?
               —Nosotros somos los amigos de Jamis —dijo Stilgar—. No lloramos a nuestros

           muertos como una bandada de garvarg.
               Un hombre de barba gris a la izquierda de Paul se puso en pie.

               —Yo era un amigo de Jamis —dijo. Avanzó hacia el montón, tomó el distrans—.
           Cuando me faltó el agua en el asedio de los Dos Pájaros, Jamis compartió conmigo la
           suya —el hombre regresó a su lugar en el círculo.
               ¿Se supone que yo también debo decir que era un amigo de Jamis?, se preguntó

           Paul. ¿Están esperando de mí que tome algo de este montón? Vio los rostros que se
           volvían furtivamente hacia él, desviando después la mirada. ¡Lo están esperando!

               Otro hombre en la parte opuesta a Paul se levantó, se acercó al montón y tomó el
           paracompás.
               —Yo era un amigo de Jamis —dijo—. Cuando la patrulla nos sorprendió en el
           Recodo-del-Risco y fui herido, Jamis atrajo su atención sobre él y consiguió que los

           demás nos salváramos —volvió a su lugar en el círculo.
               Paul vio de nuevo rostros vueltos hacia él, y captó la expectación en ellos. Bajó

           los ojos. Un codo le tocó, y una voz susurro:
               —¿Traerás la destrucción sobre nosotros?
               ¿Cómo puedo decir que era su amigo?, se preguntó Paul.

               Otra silueta se separó del circulo frente a Paul y, cuando el encapuchado rostro
           llegó bajo la luz, reconoció a su madre. Tomó un pañuelo del montón.
               —Yo era una amiga de Jamis —dijo—. Cuando el espíritu de los espíritus que

           estaba en él vio lo necesaria que era la verdad, aquel espíritu le abandonó y perdonó a




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